lunes, 14 de octubre de 2013

Capítulo 33: Decisiones

Los rayos de sol caen sobre mi piel mientras mi madre, Johnny, Joe y yo tomamos el sol en el jardín de la casa nueva. Mi madre y Joe se mudaron poco después de la boda a una mansión de Beverly Hills, en el 1012 de North Crescent Drive, no muy lejos de donde estaba la anterior casa, que será de Johnny en cuanto se independice. Llevo dos semanas dedicándome a leer, tomar el sol y remolonear en la tumbona sin hacer nada.
-          Esto sí que es vida – digo tras tomar un sorbo de mi granizado de limón y dejar “El señor de las moscas” sobre el regazo.
-          Piensa que estaremos todo el verano así. Eso sí que será vida. – me responde Johnny mientras se quita las gafas de sol.
-          Disfrutad esto mientras podáis. En cuanto nazca el bebé no habrá ningún minuto de descanso.
-          ¿Cuándo es tu próxima ecografía? – le pregunto con interés.
-          La han programado para hoy. Y creo que me van a decir el sexo del bebé. – explica ella con una sonrisa.
-          Si se deja ver. En la última ecografía nos dijeron lo mismo y no se veía nada. – responde Joe apartando la vista del periódico.
-          Grillito se dejará ver, ya lo veréis. – asegura mi madre mientras acaricia su ya prominente barriga.
-          ¿Grillito? ¿Quién es grillito? – pregunto con interés.
-          El bebé, por supuesto. – responde ella.
-          ¿Has llamado grillito  mi futuro hermanito? – dice Johnny indignado. – ¿Grillito? ¿En serio Lily?
-          A mí también me parece ridículo – admite Joe.
-          Por dios mamá, ¿no has encontrado todavía un nombre para el bebé?
-          No sé qué va a ser, así que le he puesto un nombre para referirme a él. Era incómodo decir “el bebé” todo el rato. Además, tu nombre era peor.
-          ¿Mi nombre?
-          Cuando no sabía qué ibas a ser, te llamaba Medusa.
Johnny y Joe empiezan a reírse a carcajadas mientras yo niego.
-          Mamá, no tienes criterio para elegir nombres.
-          Eso también se lo dije yo – admite Joe.
-          ¡Pero si tu nombre es precioso! – exclama ella sorprendida.
-          Mamá, me llamaste igual que Helena de Troya, la mujer que provocó la caída de Troya.
-          Es un nombre precioso. – sigue diciendo ella convencida. Johnny y yo la seguimos mirando con cara rara. – Pero ya que no te fías de mí, Johnny y tú me ayudaréis a buscar un nombre para el bebé. – termina ella con una sonrisa.
-          ¿En serio?
-          Claro que sí. Es vuestro hermano. Joe y yo queremos que participéis en esto.
Me levanto a abrazar a mi madre y a darle un beso. Me encanta poder elegir un nombre para el bebé.
-          A ver, ¿qué nombres habéis pensado si es una niña? – pregunta Joe.
-          A mí me gusta Eleanor. Como Eleanor Rigby.
Dios, que típico de Johnny ponerle al bebé un nombre relacionado con los Beatles.
-          John, hijo, no vamos a llamar a tu hermana como una canción de los Beatles.
-          ¿Y por qué no? Suena genial. Eleanor Rigby Morrison.
-          Johnny, eso es peor que lo de grillito. Mucho peor. Dime que has pensado en otro. – le pido.
-          Pues la verdad que sí. Lucy…
-          No. – respondemos los tres a la vez.
-          Penny…
-          No – volvemos a responder.
-          Michelle…
-          Por dios Johnny, un nombre que no tenga nada que ver con los Beatles. – le pide Joe.
-          ¿Puedo sugerir uno? – pregunto.
-          Adelante cariño.  – dice mi madre animándome a continuar.
-          ¿Os gusta Scarlett?
Veo sus caras de consternación. Vale, no les ha gustado.
-          ¿Y qué tal Ellen? ¿Catherine? ¿Tess? ¿Stella? ¿Blanche? ¿Holly? – sugiero rápidamente.
-          No por dios. Nada sacado de “La edad de la inocencia”, “Cumbres borrascosas”, “Tess la de los d’Urberville”, “Un tranvía llamado deseo” o “Desayuno con diamantes”. – dice Johnny.
Mierda. No les gusta ninguno.
-          ¿Qué os parece Alexia? – sugiere Joe.
-          Cariño, suena a mala de telenovela mexicana. – le responde mi madre.
-          ¿Amber? – vuelve a sugerir.
-          Eso suena a animadora tonta. – digo yo.
-          ¿Y Jane?
-          ¿Jane? – preguntamos todos a la vez.
-          Siempre me ha parecido un nombre bonito. Y suena bien. Jane Lillian Morrison.
-          Me gusta Jane – le dice mi madre.
-          Y a mí también – digo mientras Johnny asiente. Jane es un nombre bonito para niña.
-          Lo malo es que no sabemos qué va a ser. – nos recuerda mi madre tras un momento de silencio.
-          ¿Os gusta Darcy? – sugiero después de una pausa.
-          ¿Darcy? ¿Como el de “Orgullo y prejuicio”? – pregunta Joe.
-          Es original. – admite mi madre.
-          A mí no me gusta – dice Johnny.
-          Ni a mí. – termina Joe.
-          Pero para segundo nombre queda bonito. Admitidlo. – insisto yo.
-          Puede que como segundo nombre sí, pero seguimos sin tener un nombre. – dice Joe.
-          Pues como no lo llamemos Junior – empieza a quejarse Johnny.
Mi madre se queda estática en su tumbona.
-          Repite eso Johnny.
-          Pues eso, Junior. Joseph Jr.
Mi madre sonríe y mira a Joe, que también sonríe. Al parecer, Johnny había encontrado el nombre perfecto sin darse cuenta.
-          Es perfecto – dice mi madre.
-          ¿Y eso? – preguntamos Johnny y yo con curiosidad.
-          De no haber insistido tanto Carol de llamar así a Johnny, me habría gustado ponerle mi nombre a mi hijo.  – cuenta Joe con una sonrisa.
-          Pues que sea Joseph. – dice mi madre con una gran sonrisa.
-          Llamadme repelente, pero me gusta más Joey. Me recuerda a Joey Tribbiani, el de Friends. Era de mis personajes favoritos. – admito.
-          Que sea Joey, entonces – dice Johnny son una sonrisa.
-          Joseph Darcy Morrison. Es perfecto. – termina mi madre con una sonrisa. – Realmente perfecto.

Chris P.O.V
Todas las oportunidades marcan el transcurso de nuestra vida, incluso las que dejamos ir. Hasta Francis Scott Fitzgerald tuvo una iluminación cuando escribió esas palabras, en “El curioso caso de Benjamin Button”.
Oportunidades. Oportunidades y decisiones sobre ellas. Decisiones que tomamos, o que toman por nosotros, y que de una manera u otra acaban por marcar nuestra vida para siempre. Tomamos decisiones y asumimos las consecuencias que traen con ellas.
Siempre habían tomado las decisiones por mí. Se decidió que estudiaría en el internado por la formación que recibiría. Se decidió que iría a Harvard, donde estudiaría para dirigir el imperio de mi padre. Pero nadie decidió los amigos que haría, o incluso de quién me enamoraría.
Johnny me lo había dicho hace años, pero no le había hecho caso. En cuanto la encuentres Chris, no querrás dejarla escapar. Le había llamado mariquita, pero tengo que reconocer que tenía razón. Demasiada razón.
Lena había aparecido para interrumpir mi vida, ponerla patas arriba, y hacer que todo volviese a funcionar. Como si hasta que ella no apareciese, hubiese vivido una vida que no era mía. En cierto modo, me había construido una vida perfecta, un plan que no tenía segundas opciones. Graduarme con honores, estudiar en Harvard, ir de chica en chica… Una vida perfecta, o eso pensaba yo.
Pero apareció ella para cambiarlo todo. Pero para mejor. Por primera vez todo tenía una nueva perspectiva. Ya no quería estar con una chica diferente cada día. Quería estar con Lena, solo con ella. Fue la única por la que peleé para estar con ella, ella es la única con la que merece la pena estar.
Y lo tengo todo. Ahora mismo lo tengo todo. Pero notaba como si me faltara algo importante por decidir. Algo que parecía obvio, pero que no lograba descubrir.
Y cuando se me encendió la bombilla, me sentí realizado. Me di cuenta de lo que quería cuando buscaba el regalo de cumpleaños perfecto para Lena. Fue cuando ya salía de la tienda, con los pendientes y el brazalete ya comprados, cuando me fijé en el mostrador de los anillos de compromiso de Tiffany’s.
La lógica me decía que no lo comprara, que esperase unos pocos años, por lo menos hasta que ambos hubiésemos acabado la universidad. Pero el corazón me decía lo contrario, que comprara un anillo y volviera lo más rápidamente posible al internado, donde me esperaba Lena. ¿Y por qué no? ¿Para qué esperar unos años cuando quiero casarme con Lena lo antes posible?
Johnny me había dicho que no me apresurase, que estaba loco. Pues sí, lo estoy. Estoy loco por Lena, y por eso, haciendo caso omiso a mi sentido común, compré la sortija clásica de compromiso de Tiffany’s.
Aún faltaban unos días para su cumpleaños, la fecha en la que tenía pensado pedirle que se casase conmigo, y me moría de impaciencia con cada minuto que pasaba. No se lo había contado a nadie, ni siquiera a mis padres, aunque sabía que mi madre me apoyaría, pese a que estaría algo desilusionada con el hecho de que fuera a casarme tan pronto.
El día de su cumpleaños llegó, y con él, la oportunidad de pedírselo. Estábamos los dos solos, antes de entrar en su fiesta. Yo llevaba la cajita con el anillo en el bolsillo de mi pantalón, y cuando estaba a punto de pedírselo, apareció Nat para decirnos que entrásemos en la fiesta.
El día del baile y de la graduación, fechas siguientes para pedírselo, no pude hacerlo. En el baile era imposible, y en la graduación no tuve ocasión de pedírselo.
Y por eso, ahora estoy en un avión, esperando a que aterrice en Los Ángeles. Porque no me iré allí sin pedirle a Lena que se case conmigo.

Lena P.O.V
La consulta del ginecólogo está pintada en tonos claros, pero resulta acogedora. Mi madre está tumbada en la camilla mientras que nosotros tres estamos sentados en sillas a su alrededor.
-          Buenas tardes chicos – dice la doctora entrando en la sala. – Lily, me alegro que esté tan acompañada hoy.
-          Ella es Helena, mi hija, y este es John, el hijo de Joe. – nos presenta mi madre.
-          Encantada de conoceros chicos. Soy la doctora Green, la encargada de Lily mientras tenga a esta monada dentro. Y ahora vamos a ver qué tal le va al bebé.
La doctora Green empieza a extender un líquido por encima de la barriga de mi madre y, acto seguido, comienza con la ecografía. La pantalla es negra, pero de repente aparece una imagen. Un bebé casi formado del todo. Mi hermanito.
-          ¿Oís el latido? Está más sano que un roble. Perfectamente formado para las 23 semanas.
Es emocionante. El bebé es perfecto, simplemente perfecto. Parece un bebé recién nacido, pero en miniatura. Está perfectamente formado.
-          Lily, el bebé se parece a ti – admite Joe mirando embelesado la pantalla.
-          Pero si te fijas, tiene tus labios. – le dice mi madre cariñosamente.
-          Es perfecto. – concluyo, a lo que todos asienten.
Los cuatro miramos embobados la pantalla. El bebé es una monada.
-          ¿Queréis saber el sexo? – pregunta la doctora al vernos.
-          A mí me da igual. Lo importante es que esté sano – le contesta mi madre.
-          Pero no estaría nada mal. No podemos seguir llamando Grillito al bebé. – responde Joe entre risas
Los cuatro miramos expectantes a la doctora Green, que nos sonríe antes de anunciar el sexo del bebé.
-          Es un niño.
Joe suelta un grito de alegría y nos abraza a Johnny y a mí. Mi madre está sonriendo como nunca. Será Joey finalmente quien venga a nuestras vidas.

***
Horas más tarde, estoy en mi habitación en la casa de mi madre y Joe. Me la han decorado en tonos grises, plateados y blancos, tal y como la pedí, y me encanta.
Estoy sola en casa. Joe y mi madre han ido a visitar a mi abuela para darle la buena noticia, y Johnny se ha ido a recoger a Charlie al aeropuerto, ya que ella va a venir a pasar unos días a Los Ángeles para vernos.
Oigo cómo suena el timbre de la planta baja y como Dora, el ama de llaves, se apresura a abrir la puerta.
-          ¡Señorita Lena! – me grita mientras sube las escaleras.
-          ¿Sí, Dora? – le pregunto una vez que la tengo de frente.
-          Tiene una visita esperándola abajo.
-          De acuerdo, bajo en dos minutos.
Vuelvo a mi habitación a acomodarme un poco. Llevo camiseta y shorts, pero dedico no cambiarme, aunque me peino un poco antes de calzarme y bajar corriendo las escaleras.
Cuando llego al vestíbulo, me encuentro con quien menos me esperaba ver.
-          ¡CHRIS! – grito antes de echarme a sus brazos y abrazarlo.
Le había echado demasiado de menos, aunque sólo habían pasado dos semanas desde la última vez que nos habíamos visto. Me suelto y lo miro sorprendida. Está guapísimo.
-          ¿Qué haces aquí? Pensaba que no te iba a ver hasta dentro de dos semanas, hasta tu cumpleaños.
-          Te echaba demasiado de menos como para esperar dos semanas más. Así que me dije: ¿Por qué no darle una sorpresa a Lena?
-          Eres increíble – le digo tras besarlo.
-          Venga, arréglate que nos vamos a dar una vuelta por aquí.
Tiro de él escaleras arriba y dejo que explore mi habitación mientras que yo me arreglo. Sólo me cambio de camiseta y me pongo unas sandalias planas. Cojo el bolso y las gafas de sol. Cuando bajamos, paso por el recibidor y cojo las llaves del coche de mi madre. Mi Corvette sigue en Nueva York, así que mientras estoy en Los Ángeles, mi madre me deja su BMW descapotable.
Montamos en el coche, yo en el asiento del conductor y Chris en el del acompañante.
-          ¿A dónde vamos, señor? – le pregunto con una sonrisa coqueta.
-          Sorpréndeme – responde él sonriendo.
Sé exactamente a donde quiero llevarlo. Arranco, y tras veinticinco minutos de viaje por el tráfico que hay a estas horas, llegamos a Venice Beach, donde falta poco para el anochecer. A esta hora ya no hay tanta gente como por la mañana, pero sigue siendo un lugar encantador.
Paseamos por la playa durante un buen rato y después Chris me invita a cenar a uno de los restaurantes que hay por aquí. Tras la cena romántica, volvemos a la casa, que aún sigue vacía.
Llevo a Chris a mi habitación y nos sentamos en mi cama. Ha estado un poco raro durante toda la noche, pero supongo que es porque está cansado del vuelo.
-          Lena, tenía que hablar contigo de algo importante. – empieza a decir Chris.
-          ¿Importante? ¿En qué sentido?
-          Es sobre nuestro futuro juntos.
Mierda. Va a dejarme. Lo sé.
-          Chris, ya sé que esto de estar separados va a ser difícil…
-          Lena, no es lo que te quería decir ahora. Ya sé que en septiembre tú estarás en New Haven y yo en Massachussets. Lo sé de sobra. Pero no me importa.
Hace una pausa y me sigue mirando fijamente.
-          Te quiero, te quiero demasiado como para no seguir contigo. Estaría loco si te dejase. No he venido a Los Ángeles solo para verte, he venido a hacer algo más importante.
De repente, se arrodilla delante de mí y saca de su bolsillo una cajita. La abre y en ella hay un anillo de compromiso.
-          Helena Catherine Michelle Williams, ¿quieres casarte conmigo?
Estoy en estado de shock. No dejo de mirar con pánico al anillo y a Chris intermitentemente. No sé cuánto tiempo pasa, pero Chris me mira extrañado.
-          Ahora es cuando te toca responder.
-          Dime por favor que es una broma.
-          ¿Por qué sería una broma?
-          Chris, por favor, dímelo.
-          No es ninguna broma. Te estoy proponiendo matrimonio de verdad.
Joder, es una proposición seria. De repente, reacciono y me entra un ataque de risa nervioso. Río y río, hasta el punto que lloro de la risa. Cuando por fin consigo tranquilizarme, miro a Chris.
-          Dios mío, no puedes estar hablando en serio.
Chris me mira enfadado.
-          Sigo esperando una respuesta.
-          No.
Me sale solo. Nada más decirlo me tapo la boca. Todavía no puedo creerme del todo la proposición. Chris me mira con los ojos muy abiertos de la sorpresa.
-          ¿Qué? – logra decir él.
-          No, no me voy a casar contigo.
Chris se levanta de golpe y guarda la caja de nuevo en su bolsillo. Coge su mochila y sale de la habitación.
-          Chris, ¿qué haces? – le grito mientras corro detrás de él por las escaleras.
-          ¿No es evidente? – me dice cuando ya llegamos al vestíbulo.
-           ¡Christopher! ¡No te vayas! – le grito cuando ya está en la calle.
-          Hemos terminado. – me responde antes de irse corriendo.

Y me quedo sola en el vestíbulo mientras empiezo a llorar. 

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