lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 36: Asuntos pendientes

Han pasado dos días desde mi no charla con Chris. Sigue evitándome, y yo no sé qué hacer. Me siento confusa. Sé que en parte es culpa mía todo lo que está pasando, por el hecho de que no me hable y de que me ignore. Pero no sé cómo remediar todo esto. Soy demasiado orgullosa como para pedirle perdón por todo lo que le dije, y sobre todo por el hecho de que él no se disculpase por pasar de mí durante la semana posterior a la proposición.
Paul sigue con su coqueteo habitual. Se ha convertido en mi sombra desde la cena del día de mi llegada, y no sé cómo poder librarme de él. Chris sigue poniéndose celoso. Cuando empiezo a hablar con Paul por cualquier cosa, automáticamente él empieza a hablar con Becca para que ella le haga mimos. Es insoportable.
Las chicas insisten en seguir con el plan original de darle celos a Chris, pero no está dando resultado, porque Chris me está volviendo loca. Creo que debería cambiar de táctica, pero tampoco sé que hacer.
Como diría mi abuela Michelle, salgo de un embrollo para meterme en otro.
-          Deberías volver a hablar con él – me dice Nat por enésima vez mientras tomamos el sol en el jardín.
Los chicos están jugando al fútbol en el prado, por lo que nos hemos quedado las chicas solas. Para mi suerte y felicidad, Becca no se ha dignado en aparecer hoy por aquí.
-          Nat, ¿no ves cómo me evita? No quiere hablar conmigo.
-          Has pasado los últimos dos días diciendo lo mismo – dice Charlie tras tomar un sorbo de su limonada.
-          Y sigues como al principio – remarca Penny mientras pasa las hojas de su revista.
Genial, ninguna de mis amigas me entiende.
-          Lena, te juro que nunca he visto a personas más cabezotas que tú y mi primo. – dice Mona incorporándose de la tumbona.
-          Verdad – completan a la vez el resto.
-          Alguno de los dos tiene que ceder en esto. Si no lo hacéis, estaréis en esta situación eternamente.
-          No puedo estar así siempre. Quiero solucionar las cosas con él, pero no me lo está poniendo fácil.
-          Suerte que hoy no está ni Barbie ni Ken para molestarte. – suelta Nat entre risas.
A Becca le hemos puesto Barbie como apodo por motivos obvios. Y a Paul se lo pusimos para completar a la pareja de pesados.
-          Por cierto, hablando de Paul, ¿cómo es que no está aquí? – pregunta Charlie con curiosidad.
-          Creo que tenía que resolver algo en el pueblo. No estoy muy segura. – le respondo.
-          Jerry le ha preguntado y le ha dicho que no volverá hasta esta noche. – comenta Nat limándose las uñas.
-          Aprovecha, tienes vía libre hasta esta noche para hablar con Chris. – me sugiere Mona.
Debería hablar con él hoy mismo. Si no lo consigo esta noche, lo mejor será que vuelva a Los Ángeles y me olvide de todo esto.
-          Hablando de la noche… tenemos que hacer planes. – continúa Mona.
-          ¿No vamos a ir a la fiesta de Sarah Vanderville? – pregunto extrañada.
Sarah Vanderville, vecina de Chris en los Hamptons y conocida mía en Nueva York, va a organizar una fiesta esta noche pre cuatro de Julio, y nos ha invitado a todos los de la mansión. Las fiestas de Sarah siempre se han caracterizado por empezar tranquilas y terminar de manera desfasada. Realmente me apetece pasármelo bien esta noche y olvidarme durante unas horas de mis problemas.
-          Mañana es la fiesta de cumpleaños de Chris, y va a ser importante porque, además de ser su decimoctavo cumpleaños, es cuatro de Julio. – me responde Mona.
-          Aunque las fiestas de cumpleaños de Chris sean alucinantes, las de Sarah también lo son. Deberíamos ir y socializar un rato. Últimamente no salimos de la mansión – completa Charlie.
-          Olvidaos de la fiesta de Sarah. Esta noche va a haber tormenta – dice Chris apareciendo de repente.
Junto a él vienen el resto de los chicos. Al parecer, el partido ha durado menos de lo esperado.
-          ¿Ahora eres el hombre del tiempo? – pregunta con ironía Mona.
-          Querida Monica, llevas veraneando aquí desde hace unos cuantos años. Deberías saber que este calor no es normal.
-          Aunque llueva, podemos ir a la fiesta igual. – digo.
-          Lena, Chris tiene razón. Hoy va a llover – me responde Johnny.
-          A mí se me ocurre algo – empieza a decir Nat.
-          ¿Qué sugieres, señora MacKenzie? – le pregunta Chris con tono de burla
Nat lo mira con fastidio. Desde que todos se enteraron de la boda de Jerry y Nat, los chicos no dejan de llamarla señora MacKenzie en tono de burla.
-          Podríamos hacer un maratón de pelis por la noche. – sugiere Nat.
-          No, Star Wars otra vez no, por favor. – exclama Penny con un suspiro.
-          Penelope, ¿qué tienes en contra de una de las mejores sagas de la historia del cine? – le pregunta Jerry indignado.
-          Debo de haber visto la saga como ocho veces.
-          Porque es la mejor saga que existe, cariño. – contesta Kevin.
-          En el internado siempre veíamos Star Wars cuando no había nada interesante que hacer. – dice Penny. – Así que no vamos a ver otra vez Star Wars.
-          ¿Y Star Trek? – sugiero.
-          Si no vemos Star Wars tampoco vemos Star Trek. – dice Jerry indignado.
-          ¿La saga de Alien? – sugiere Charlie.
-          Sólo las dos primeras son buenas, el resto son horribles. – le digo.
Los chicos asienten con mi afirmación.
-          El Padrino I, II y III, entonces – dice Johnny.
-          Nada de pelis de mafiosos. – le contesta Nat.
-          ¿Y qué os parece la trilogía del Señor de los Anillos? – sugiere Mona ya exasperada por nuestra indecisión.
-          Esa está bien – le contesto. – Hace un montón que no veo esas películas.
El resto asienten complacidos, sobre todo las chicas. La historia es genial, pero en realidad todas queremos ver a Orlando Bloom haciendo el papel de Legolas, aunque ninguna lo admita abiertamente delante de los chicos.
-          Pues decidido. Esta noche vemos “El señor de los anillos”.

***
Tras la cena, empieza a llover fuertemente, y nos dirigimos a la sala de cine de la mansión. La sala está ubicada en una de las esquinas de la casa que no dan al jardín. Tiene una pantalla de cine bastante grande y quince butacas bastante grandes. En un lateral de la sala, hay una estantería con más películas juntas de las que he visto en mi vida, más de las que tiene Chris en su casa de Colorado.
Tras entrar y empezar a sentarnos, Chris se levanta y empieza a hablar:
-          Chicos, voy a la cocina a por palomitas y refrescos. ¿Alguien más viene?
Kevin, Mona y Charlie se levantan para ayudarlo y lo siguen hasta la cocina, mientras el resto terminamos de acomodarnos en las butacas. Me siento en la segunda fila entre Penny y Johnny.
-          ¿Has hablado ya con él? – me pregunta Penny.
-          Todavía no. Lo haré cuando acabe la primera película. Inventaré una excusa para que me acompañe a la cocina.
-          Dile que te acompañe a por más palomitas. Penny y yo nos las comemos.
Sonrío con la contestación de Johnny.
-          No vale que vosotros dos os comáis mis palomitas. Son mías. – protesto.
-          Si quieres que tu excusa sea creíble, tenemos que terminarnos las palomitas, y créeme querida, es un bol demasiado grande para una sola persona. – me explica Johnny.
-          De acuerdo, de acuerdo – digo levantando las manos en son de paz. – Mis palomitas son vuestras.
Johnny y Penny se chocan las manos y yo me río. Aunque estoy cómoda en la butaca, tengo algo de frío, y sé que lo voy a seguir teniendo durante toda la película. Decido ir a mi habitación a por una chaqueta o algo así.
-          Chicos, guardadme el sitio, voy a mi habitación a por una chaqueta. Y no empecéis sin mí, que os conozco. – les digo con una mirada de advertencia mientras ambos se ríen.
Salgo de la sala y me dirijo al extremo opuesto de la mansión, al ala de invitados. Entro en mi habitación, abro el armario y empiezo a buscar mi chaqueta de los Yankees. De repente, llaman a la puerta de mi habitación.
-          ¡Pasa! – grito para que entre Nat.
En el internado ya me robaba ropa, pero desde que estamos aquí, siempre viene a mi habitación a robarme las chaquetas porque ella se las ha dejado en Washington.
La puerta se abre y vuelve a cerrarse, y empiezo a hablar mientras sigo buscando en los cajones del armario. Demonios, la chaqueta no aparece.
-          Nat, por enésima vez, deja de llevar ropa tan pija cuando vayas de vacaciones y trae una sudadera en condiciones. Estás acabando con mi arsenal. – digo mientras encuentro la chaqueta y la dejo en la cama con una sonrisa triunfal.
Cuando me giro, me sorprendo al ver que no es Nat la que ha entrado en mi habitación, sino Paul.
-          Paul, ¿qué haces aquí? – pregunto extrañada.
Paul no parece el mismo de siempre. Tiene algo en su forma de mirarme que me da miedo ahora.
-          He estado esperando a que vinieras. Mucho tiempo – dice enfatizando el “mucho”. – Me he tomado esto mientras no venías.
Saca su brazo de detrás de la espalda y me enseña una botella de whisky casi vacía. Lo que me faltaba, aguantar a Paul borracho.
-          Paul, ¿qué quieres? – le pregunto mientras deja la botella encima de mi mesilla.
-          A ti – responde en todo altivo.
Me estremezco con su respuesta y retrocedo automáticamente. Paul se va acercando a mí mientras sigo retrocediendo.
-          No pongas esa cara, preciosa. ¿Acaso no conocías mis intenciones cuando empezaste a hablar conmigo? – me pregunta arrastrando las palabras.
-          Pensé que podríamos ser amigos – le miento mientras intento apartarme de él.
-          No me mientas. ¿Pensabas que no me daría cuenta de que intentabas darle celos a mi primo conmigo? – dice mientras me agarra un brazo. – ¿Me crees tan estúpido?
-          Paul, suéltame.
-          ¿Y si no quiero?
Empiezo a tener miedo, pero tengo que controlar esta situación. No puedo dejar que el miedo me gane.
-          Si no lo haces empezaré a gritar. – le respondo amenazante.
-          No hay nadie que pueda oírte. Mis tíos no están aquí. ¿Y crees que con esta tormenta, tus amigos van a oírte?
Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda. Los chicos están demasiado lejos como para oírme. Mierda, estoy atrapada.
Paul forcejea para besarme y lo intento esquivar, pero me ha inmovilizado ambos brazos. Le pego una patada en la pierna e intento salir corriendo, pero Paul me agarra por el tobillo y me tira al suelo.
Gimo por el dolor cuando mi cabeza golpea el suelo, y esa pérdida de concentración momentánea hace que Paul se coloque encima de mí. Lo empujo con todas mis fuerzas mientras grito, pero Paul pesa demasiado como para que yo sola pueda quitármelo de encima. Paul tira de mi camiseta para intentar quitármela, y lo único que hace es rompérmela. Intento empujarlo, pero es imposible.
De repente, siento como me quitan a Paul de encima. Levanto la vista y veo a Chris pegarle un puñetazo en el estómago, mientras que Johnny le pega en la cara. Paul se defiende, pero como está borracho, sus reflejos son inexistentes, y Chris y Johnny lo están dejando inconsciente.
Finalmente, Paul cae al suelo inconsciente, no muy lejos de mi posición. Sigo hiperventilando por lo que acaba de ocurrir. Chris y Johnny se arrodillan junto a mí y me miran con cara de preocupación.
-          Lena, ¿estás bien? ¿te ha hecho algo?
Niego con la cabeza rápidamente. Los dos suspiran de alivio y me abrazan. Empiezo a llorar en ese momento. Johnny coge mi chaqueta y me la pone por encima para taparme, y Chris sigue abrazándome.
-          Tenemos que sacarte de aquí. –  me dice Chris mientras intenta que me ponga en pie.
-          ¿Y qué hacemos con él? No podemos dejarlo aquí. – exclama Johnny.
-          Chris, Johnny tiene razón. Tenemos que encerrarlo. – digo recuperando por un momento la cordura.
Johnny y Chris me miran a la vez.
-          Primero tenemos que dejarte en un lugar seguro. – insiste Chris.
-          No, Chris, Lena tiene razón. – dice Johnny intentando razonar con él – Paul puede despertar en cualquier momento, hay que encerrarlo en algún sitio.  
Chris se lo piensa durante unos instantes.
-          De acuerdo. Se me ocurre un sitio donde podemos encerrarlo.
Entre los tres cargamos a Paul, salimos de mi habitación y entramos en la habitación de Penny. Chris tantea en la pared y consigue abrir una puerta secreta. Al parecer la historia de los pasillos del servicio era cierta. Caminamos por el pasillo y bajamos al sótano, donde Chris abre una de las habitaciones. Dejamos a Paul en el medio de la habitación y Chris cierra la puerta con la llave que cuelga de la cerradura.
-          ¿Esta habitación también tiene pasillo?
-          Esta es una habitación del pánico, mi padre la mandó construir por si pasaba algo. No podrá salir de aquí hasta que vengamos a abrirle.
Asiento en silencio. Volvemos a subir por el pasillo secreto y volvemos a mi habitación. Al llegar, empiezo a llorar otra vez y los abrazo.
-          Gracias. De verdad, muchísimas gracias. No sé lo que habría pasado si no hubieseis llegado a tiempo – digo entre hipido e hipido.
-          Lo importante es que hemos llegado – dice Chris intentando calmarme.
Sigo abrazada a ellos un rato más. Johnny me suelta con cuidado y me mira.
-          Os dejo solos. Tenéis unos asuntos pendientes de los que hablar.
Asiento con lágrimas en los ojos y Johnny se marcha. Sigo abrazada a Chris mientras él me acaricia el pelo, y tras unos minutos me aparto un momento.
-          No quiero dormir aquí sola. – le digo en tono suave.
-          No te preocupes. Paul no te hará daño. Yo dormiré contigo esta noche – me contesta. Ven, vámonos de esta habitación.
-          ¿Y mis cosas?
-          No te preocupes, los chicos se encargarán de eso.
Asiento y Chris me coge de la mano y me lleva hasta la planta de arriba. Alli recorremos el pasillo hasta llegar a una puerta. Chris la abre y me conduce adentro. La habitación es enorme. La estancia principal es una sala en la que tiene sofás y una televisión de plasma enorme, y en la sala hay dos puertas más, que conducen al baño y al vestidor. La cama está cerca de la ventana, por donde se vería el jardín principal si no estuviese lloviendo ahora mismo.
Me siento en el sofá y Chris se sienta a mi lado.
-          Gracias otra vez por lo de antes. Si no hubieseis llegado a tiempo… - se me hace un nudo en la garganta y contengo el llanto.
-          Pero lo hicimos. Por suerte, no ha pasado nada grave.
-          ¿Cómo me encontrasteis?
-          Cuando salimos de la cocina, vi a Paul yendo hacia el ala de invitados mientras bebía, pero no le di mucha importancia, porque cuando bebe suele vagar por los pasillos. Al volver a la sala de cine, Johnny me preguntó si te había visto por el pasillo, y cuando le dije que no, le extrañó que tardases tanto en ir a por una chaqueta. Cuando le dije que había visto a Paul ir hacia allí, Johnny sospechó que estabas con Paul y corrimos hacia allí. En el pasillo empezamos a oír tus gritos. Abrimos la puerta y lo vimos…
Le acaricio la mano con suavidad mientras él sigue hablando.
-          No pude pensar con claridad en ese momento, pero no podía permitir que te hiciese daño. El resto es historia.
-          Vino por sorpresa. Me arrinconó contra la pared y me inmovilizó, y cuando le di una patada y conseguí tirarlo al suelo, me cogió de un tobillo y me tiró al suelo. Luego se puso encima de mí y… - me derrumbo otra vez.
Chris me abraza de nuevo y me acaricia la espalda con suavidad, mientras me besa el pelo.
-          No pienses más en ello, no te mortifiques por culpa de un malnacido.
-          Ha sido culpa mía. Si no hubiese empezado con lo de los celos…
-          Lena, no ha sido culpa tuya. Paul es un hijo de puta, y yo lo sabía, y no hice nada por impedir que te acercases a él. Es culpa mía. Si no hubiese salido corriendo de Los Ángeles y te hubiese respondido a las llamadas… Dios, nada de esto habría pasado.
Lo miro fijamente y hablo:
-          Por lo menos esto ha conseguido que hablemos.
-          Lena, no hace falta que hablemos de esto. No ahora. Acabas de vivir algo traumático.
-          Si no hablamos de esto, seguiré pensando en lo que acaba de ocurrir, y no quiero hacerlo. Por favor, hablemos.
Chris se queda callado unos segundos, y suspira antes de hablar.
-          De acuerdo. Hablemos. – dice. Hago una pausa antes de empezar a hablar.
-          Si vine hasta aquí fue para explicarte porqué te dije que no aquel día. Quería explicártelo en persona, merecías una explicación.
Chris asiente y hago una pausa antes de continuar.
-          No me lo esperaba. No me esperaba que me pidieras matrimonio tan pronto. Me pillaste por sorpresa. Me entró pánico. Por eso te dije que no tan rápido.
-          Si te hubiese preparado para ese momento, ¿habrías dicho que sí?
-          Te habría respondido lo mismo. Lo he pensado mucho durante este tiempo.
Chris parece triste, pero antes de que hable, le pido continuar.
-          Escucha. Te amo más de lo nunca pensé que podría amar a alguien. No puedo imaginarme vivir sin ti. Pero no puedo casarme contigo. – Chris pone cara de sorpresa. – Por lo menos ahora – añado rápidamente al ver su cara.
-          ¿Pero por qué no?
-          Porque somos demasiado jóvenes como para que nuestro matrimonio funcione. Apenas nos acabamos de graduar y vamos a ir a universidades distintas. Sería muy difícil que funcionase.
-          Podríamos intentarlo – dice él intentando convencerme.
-          Sabes tan bien como yo que es difícil.
-          Entonces… ¿se acabó?
-          ¡Claro que no! – exclamo. Chris suspira aliviado. – Escucha, vamos a seguir juntos. Te quiero, y tú me quieres, y no quiero que esto acabe aquí. Quiero que sigamos juntos. Pero no estoy lista para casarme. Sabes tan bien como yo que los matrimonios adolescentes no duran.
-          Mira Nat y Jerry.
-          Nat y Jerry no sirven de ejemplo. Los dos van a ir a Columbia y ya tienen alquilado un apartamento. No van a estar separados. Tú y yo sí.
-          Imagino que esa no es la única razón por la que me dices que no.
-          Imaginas bien. Las referencias de matrimonios precipitados que tengo en mente no funcionaron.
-          ¿Te refieres a tus padres?
-          Exacto. Sufrí mucho con su divorcio. Nunca conocí a dos personas que se quisieran tanto. Y mira que lo tuvieron difícil. Primero estaba lo de la diferencia de edad, veinte años no son ninguna broma. Luego, creo que se precipitaron al casarse. Yo nací sin darles tiempo a conocerse del todo. Pero lograron superar todo eso. Aunque llegó un momento que las cosas no fueron como siempre. No sé si es que mi padre se cansó de mi madre, o qué pasó entre ellos, pero mi padre engañó a mi madre.
-          El hecho de que el matrimonio de tus padres saliera mal no influye en que el nuestro – le miro suspicaz – vale, nuestro incierto matrimonio salga mal.
-          Lo sé, lo sé. Pero no estoy preparada para casarme. Quiero hacerlo, pero no ahora.
Chris apoya su frente en la mía y cierra los ojos mientras suspira. Se queda en silencio y me coge de las manos.
-          Entonces, esto significa que volvemos a estar juntos – asiento – y que nos casaremos.
-          Algún día.
-          Algún día.
Sonrío y aprovecho la cercanía para besarle rápidamente. Chris me responde al beso con entusiasmo, pero de repente se separa.
-          Espera, quiero darte una cosa.
Se levanta del sofá y va hacia su mesilla. La abre y coge una cajita. Vuelve a sentarse junto a mí y me la da. Levanto la tapa con cuidado y lo veo.
El anillo es precioso. Está formado por diamantes que se agrupan formando una especie de flor, y en el medio, está un diamante verde.
-          Sé que no es el típico anillo de compromiso, pero lo vi y pensé que era perfecto para ti. El diamante verde me recordó al color de tus ojos.
Sonrío. La elección del anillo ha sido muy romántica.
-          Es perfecto – le digo.
Chris esboza una gran sonrisa.
-          Hagamos una cosa. – sigo diciéndole. – Guarda el anillo. Cuando esté lista, te lo volveré a pedir, y entonces sabrás que ya ha llegado el momento.
-          De acuerdo – me responde él.
-          Gracias por entenderme en esto.
-          Nena, sabes que haría cualquier cosa por ti. Si tenemos que esperar, esperaremos.
Lo abrazo y lo beso lentamente. Chris me responde al beso de inmediato. Lo aparto un momento antes de que siga.
-          Siempre serás tú. Siempre.

Chris sonríe y me vuelve a besar. Pero esta vez sin interrupciones.