sábado, 29 de octubre de 2011

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Capítulo 15: A esquiar se ha dicho

Charlie y yo estábamos en nuestra habitación, mientras sonaba de fondo “21”, el CD de Adele. Charlie miraba su correo en el portátil mientras yo ojeaba el nuevo número de “Be Famous”. Y de repente, la puerta se abrió y apareció Nat por ella.

- ¿Y esa sonrisita Nat? – le pregunté interesada. – ¿Acaso alguien que yo me sé se ha declarado al fin? – le dije con sorna.

- Nada de eso querida amiga. No ha pasado nada desde el cumpleaños de Johnny.

- Si es que al parecer pasó de todo en esa fiesta, ¿no, Lena? – preguntó Charlie con ironía.

Nat y yo la miramos mal al mismo tiempo, y Nat decidió continuar omitiendo las risas de Charlie.

- A lo que iba, dentro de cinco días nos vamos de excursión – anunció ella con una sonrisa.

Charlie pegó un chillido de alegría y yo las miré sin comprender nada.

- Nat, ¿a qué excursión te refieres? – le pregunté para intentar aclararme algo.

- Aspen querida amiga. – respondió con una sonrisa satisfecha.

- ¿Aspen? ¿Vamos a esquiar? – pregunté.

- Claro. Vamos todos los años. Es una tradición. – dijo Charlie.

- Pensé que, conocida la fama del internado, iríamos a Europa, a los Alpes. – le contesté.

- Hace muchos años sí, pero ahora somos demasiados para ir a Europa, así que vamos a Aspen, que queda más cerca. – me explicó Nat.

- No creáis que me apetece mucho ir a Aspen. Me apetece ver más a mi madre en Los Ángeles, o incluso ir a Nueva York a ver a mi padre. – dije.

- Lena, lo pasaremos genial. Piénsalo: mañanas de sky, tardes de shopping por Galena Street, tazas de chocolate caliente con nubecitas, charlas junto a la chimenea…

- Resfriados, gripes invernales, un frío espantoso…

- ¡Pero si eso es lo divertido de ir a Aspen! Seguramente al final cogeremos un pequeño resfriado, pero lo pasaremos genial.

- Hum, no sé… – dije yo, todavía dudando.

- Venga Lena, anímate, será divertido. – añadió Nat.

- ¿Qué es lo que será divertido? – preguntó Johnny apareciendo por la puerta de repente.

- ¿Hola? ¿Qué hay de llamar a la puerta? Charlie, tendrás que enseñarle modales a tu novio. – añadió mientras cogía la revista y se sentaba con las piernas cruzadas encima de su cama.

- La excursión a Aspen. – contestó Charlie haciendo caso omiso de Nat.

- Sobre todo si voy yo – dijo Schoomaker apareciendo de repente.

- Lo dicho, aquí nadie llama a la puerta – añadió Nat con resignación, hojeando las páginas de moda.

Miré mal a Schoomaker, mientras me situaba al lado de Nat para cotillear las últimas tendencias.

- Schoomaker, ¿no te cansas de ser tan idiota? – le pregunté.

- Mira Lena, reconócelo, estamos hechos el uno para el otro. – dijo sentándose a mi lado y apoderándose de la revista. – ¿Por qué Jessica Alba va tan horrible?

- Es demasiado guapa como para ponerse ese vestido. – añadió Nat, sumándose a la conversación – La hace gorda.

- Schoomaker, no metas a Jessica Alba en nuestra conversación. ¿Podrías continuar con lo que estabas diciendo?

- A lo que iba, lo único que tienes que hacer es dejar a ese novio tuyo tan idiota y punto.

- ¿Y por qué debería hacer eso?

- Porque Valley es idiota. Patea el balón como una chica. – añadió él, ganándose una colleja de Nat. - ¡Eh! ¡Eso duele! – se quejó.

- Hablando de novios idiotas, ¿dónde has dejado a Blondie Fox? – le dije.

- Estará maquillándose, o peinándose… - dijo Nat

- O acosando al resto del sector masculino del internado… - completó Charlie.

- Ya vale, ¿no? – preguntó Christopher. – ¿No tenéis nada mejor que hacer que hablar mal de Barbara?

- Hojear el “Be Famous”, pero nos lo has quitado – dije, apoderándome de nuevo de la revista y buscando la página que leía.

- Iré a buscarla, pero cuando termine con ella, volveré a por ti – contestó sonriendo.

- Lo dudo mucho Schoomaker, lo dudo mucho. – añadí.

***

Una semana después, me encontraba en mi habitación en el Molly Gibson Lodge Hotel, un encantador hotel situado en el corazón de Aspen, terminando de hacer la maleta para que mañana pudiéramos volver al internado.

Estaba sola, ya que las chicas habían decidido ir a ver un partido de hockey sobre hielo, cosa que a mí no me apetecía demasiado.

Mientras doblaba mis jerséis, reflexionaba sobre los últimos acontecimientos que habían ocurrido durante toda esa semana. Durante los últimos días, Schoomaker no había dejado de intentar ligar conmigo. En el desayuno, en la comida, en la cena, en las tardes de compras, en las pistas, en los salones del hotel para tomar algo… Agotador.

El hecho de que me acosara se debía a una razón muy simple: Christian no había venido a la excursión. Y eso había sido porque Chris, que en un principio iba a venir a la excursión, había recibido una llamada del entrenador de fútbol americano de St. Jude para dar un curso durante esa semana. Y Christian, que le tenía demasiado cariño al entrenador, no pudo negarse.

Y por eso yo no le había insistido para que viniera. Pese a que estuvo a punto de cancelar todo para acompañarme a esquiar, le dije que volviera a Nueva York y se lo pasara genial en mi ausencia.

Por eso Christopher me acosaba. Durante toda la semana había podido soportarlo, pese a causarme más de un dolor de cabeza. Pero lo peor había sido el día anterior, con el encontronazo que habíamos tenido.

Ese día él se había superado. Durante el desayuno, empezó el acoso:

- ¿Tortitas, Williams? – preguntó él apareciendo de repente.

- ¡Ah! ¡Me has asustado! – le grité.

- Lena, tampoco hacía falta ponerse así… Te preguntaba si querías tortitas.

- ¡No quiero tortitas! ¡Ignórame Schoomaker!

- De acuerdo, de acuerdo.

Luego, de camino a las pistas, estaba con Nat, y estábamos esperando turno para el telesilla. Cuando llegó, yo me monté rápidamente, pero en lugar de Nat, quien se sentó a mi lado fue Schoomaker.

- ¡TÚ! ¿QUÉ HACES AQUÍ?

- Tranquilízate Lena. A ti la nieve te sienta fatal, ¿no?

- ¿CÓMO QUIERES QUE ME TRANQUILICE SI TÚ NO ERES NAT?

- Nat se ha quedado abajo con Jerry esperando el siguiente asiento.

- ¿Me estás acosando?

- ¡Claro que no!

- ¿Entonces por qué me persigues cada segundo del día?

- No te persigo, vigilo que no te pase nada, no me fío de tu sentido del equilibrio.

- Olvídame, ¿quieres? – le dije, desapareciendo de allí para ir en busca de Nat.

Unas cuantas horas después de la comida, cuando quedaba un rato para volver al hotel, me encontraba en las pistas, donde me había quedado sola unos instantes, ya que Nat había desaparecido misteriosamente y Charlie había desaparecido con Johnny hacía una media hora.

Y mientras intentaba meterme en la pista para hacer la última bajada, apareció Christopher.

- Hola Lena – dijo asustándome.

- ¡Ah! ¿Por qué siempre tienes que aparecer de repente? ¿Acaso me estás siguiendo?

- ¿Yo? – preguntó, haciéndose el sorprendido.

- Perdona, me llevas acosando durante los últimos 3 días. Y tengo novio, aunque esté de vacaciones en Nueva York.

- No creo que importe el hecho de que tengas novio. – dijo, mientras se acercaba hacia mí. – Además, como tú misma has dicho, está en Nueva York, y eso está muy lejos de aquí.

- Schoomaker, aléjate. Voy a esquiar tranquilamente sin ti.

Y claro. Está mi malísima suerte presente, que hizo que tropezara con uno de mis skies y me cayera en la nieve.

- ¡Ay! – dije, agarrándome el tobillo.

- Lena, ¿estás bien? – me preguntó con cara de preocupación.

- ¿Crees que estoy bien? – repuse con ironía.

Vale, me dolía el tobillo. Bastante además. Y el idiota de Schoomaker preguntándome que si estaba bien. Si es que estaba ganando puntos para una bofetada.

- ¿Puedo hacer algo por ti?

- ¡Largarte!

- Lena, ¿de verdad estás bien?

- No, solamente me acabo de torcer el tobillo – repuse con ironía.

- ¿Te das cuenta de que tienes un genio malísimo?

Le miré muy mal. Ya había conseguido cien puntos más para la bofetada que tenía tantas ganas de darle.

- Te llevaré de vuelta al hotel – dijo mientras me cogía en brazos.

- ¡Christopher! ¡Suéltame! – le grité, intentando bajarme.

- No podrás volver andando al hotel. Da gracias a que te llevo yo.

- Preferiría quedarme en la nieve. – respondí con resignación.

Vale, lo reconozco, me encantaba que Schoomaker me llevara en brazos. Me encantaba y mucho. Mientras pensaba en lo bien que se estaba en brazos de Schoomaker, vi que el resto de mis amigos se quedaban mirándonos, pero que no se acercaban a nosotros para dejarnos intimidad.

Al rato, llegamos al hotel. Él me subió hasta mi habitación, y al llegar allí, cerró bien la puerta y me tumbó en la cama.

- ¿Qué crees que estás haciendo Chris? – le pregunté mientras se tumbaba a mi lado, quitándose en anorak.

- Me quito el abrigo, como puedes ver. Y ahora te quito el tuyo – dijo mientras me bajaba la cremallera del anorak, dejándome con el jersey.

- ¿Y se puede saber por qué sigues en mi cama?

- ¿Prefieres que me ponga encima de ti? Ya sabes, así hacemos un par de cositas tú y yo.

Y fue en ese momento cuando le pegué la merecida bofetada.

- ¡So bruta! ¿Te parece normal el hecho de pegarme?

- Créeme, debería habértela dado hace mucho tiempo.

- ¿Pero qué te he hecho?

- ¿Perdona? Me has estado acosando durante los últimos tres días.

- Pensé que te gustaba que te prestara atención.

- Schoomaker, tengo novio. No quiero otro novio, quiero un amigo.

Él se levantó y cogió su abrigo, dirigiéndose hacia la puerta.

- El problema, Lena, es que yo no quiero que seamos amigos. Y tú ya sabes el por qué.

Y abrió la puerta, pero antes de que se fuera le grité:

- Chris, no te vayas.

Él se quedó parado en la entrada, dudando si volver o no. Pero volvió a entrar y se tiró encima de mí:

- Esta es la primera vez en mucho tiempo que me llamas Chris. – dijo sonriendo.

- Si prefieres que te llame Schoomaker… - le respondí también con una sonrisa.

- Como si me llamas idiota siempre. Todos los insultos que me digas son música para mí.

- Eres un cursi.

- ¡Qué va! Me encanta que me insultes porque eso significa que estás pensando en mí.

- Sigues siendo u cursi.

- ¿Un cursi? ¿Yo, un cursi?

Me empezó a hacer cosquillas, y yo no podía parar de reírme. Luego, se separó y me cogió con cuidado el tobillo lesionado.

- ¿Te duele mucho?

- Sólo un poco. – le dije incorporándome a medias.

Y me dio un beso en el tobillo. Y siguió subiendo por la pierna, y al llegar allí, me besó en los labios. Sin darme cuenta le correspondí. Al fin y al cabo, yo también lo deseaba.

Ambos estábamos abrazados, yo con las manos en su cuello y él con la manos en mi cintura. En esos momentos, ni yo me acordaba de Christian ni él de Blondie Fox, si es que alguna vez se había acordado de ella.

Fuimos subiendo la intensidad del beso al mismo tiempo que él comenzaba a meter una de sus manos por debajo de mi jersey. Y fue ahí cuando me di cuenta de que teníamos que parar aquello, ya que si continuábamos, íbamos a arrepentirnos.

- Chris…

- ¿Sí Lena?

- Para por favor.

- En realidad no quieres que pare.

- Si sigues, no opondré resistencia, pero no quiero seguir.

Él se apartó con pesar y recogió su abrigo del suelo.

- En ese caso, mejor que vaya a buscar un médico, si te parece mejor.

- Mejor – le respondí.

- Te traeré un chocolate caliente cuando vuelva.

Y se fue de la habitación.

Por una parte, me alegraba de que se marchara, ya que había conseguido serle fiel a Christian. Pero por la otra, hubiera deseado que él siguiera, olvidando a Christian y poder quedarme junto con Chris para siempre. Pero sabía que si empezaba con Chris, la relación no llevaría a ninguna parte.

Nat apareció antes de que me entraran demasiados remordimientos por lo que acababa de hacer con Christopher. Tenía las mejillas sonrosadas y una sonrisa enorme.

- ¿Qué tal la tarde?

- Fue perfecta, pero creo que la tuya fue aún mejor, ¿me equivoco?

- Podría haber sido perfecta, pero no lo fue.

- Explícate.

Antes de que pudiera hablar, Charlie y Penny entraron en la habitación, ambas llevaban tazas con chocolate caliente en las manos.

- Lena, nos hemos encontrado a Chris en el camino, y nos ha dado esto para ti – dijo Charlie mientras me pasaba una taza que estaba recubierta de caramelo líquido.

- Y para que Chris no quiera verte, tuvo que pasar algo. – terminó Penny.

- Es largo de contar – dije.

- Tenemos tiempo y chocolate caliente. Dispara.

Y les conté todo, desde el partido de fútbol y mi conversación con Nat, lo que había pasado en la fiesta de Johnny y lo que había pasado hoy. Al terminar, se produjo un silencio, que rompió Charlie:

- Hay algo de todo esto que está clarísimo.

- Chris está enamorado de ti… – continuó Penny.

- Y tú de él… – terminó Nat.

- Pero cada uno tiene sus respectivos novios. – repuse yo.

- Como si eso le hubiera importado alguna vez a Christopher… - añadió Charlie.

- Mira Lena, tú vas a acabar con Chris. Los dos sois muy parecidos, y algún día estaréis juntos, porque está en vuestra naturaleza.

- Además, tú nunca serás feliz con alguien mientras Chris exista en el mundo, ni Chris lo estará mientras tú existas. – terminó Penny, llena de razón.

- Es todo demasiado complicado. Yo estoy bien así, y aunque quiera a Chris, es mejor que esté sin él.

Las chicas me miraron, dudando de mis palabras. Pero yo me había propuesto serle fiel a Christian, y si me lo había propuesto, lo cumpliría.

domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo 14: Romeo Schoomaker y Julieta Williams

Johnny P.O.V

- Te lo advierto Johnny, si no hablas tú con él lo haré yo.

- Charlie, no quiere hablar con nadie.

- ¡Me da igual si no quiere hablar con nadie! Soy su mejor amiga, y tú eres su mejor amigo, deberías preocuparte por él.

- Charlie…

- Es mi última palabra John.

Realmente, Charlie estaba cabreada conmigo. Muy cabreada. Lo sabía porque nunca me llamaba John. Y durante los últimos días, estábamos discutiendo por lo mismo. Una y otra vez. Y odiaba discutir con ella.

- Lo intentaré, pero no puedo prometer si me escuchará o no. – le dije.

Al momento se le iluminó la sonrisa. Se acercó mucho a mí y puso las manos en mi cara.

- Sabes perfectamente que estoy loca por ti, ¿lo sabes Johnny?

- Lo sé cariño.

- Y también sabes que odio discutir contigo. Pero esta situación ha llegado a su límite.

- Lo sacaré de la habitación.

Ella sonrió y me besó. Y luego, se despidió con una sonrisa. Y ahí me quedé, en el medio del pasillo de la residencia, solo y con una misión que cumplir. Sabía que el momento era ahora o nunca. Abrí con cuidado la puerta de la habitación, que encontré con las persianas todavía bajadas. Fui hacia las ventanas y abrí las persianas una por una. Era imposible abrir las ventanas, ya que estábamos a -12ºC, y era casi diciembre.

- Tío, ¿qué haces? ¿No ves que estoy durmiendo?

- Levántate Christopher, ya has dormido bastante.

- Estoy deprimido. Pienso seguir durmiendo – dijo él tapándose aún más con la colcha.

- Como quieras, pero si haces eso, le diré a las chicas que te vuelvan a hacer la cera en las piernas, como cuando jugamos a verdad o prueba hace un año.

En ese momento, como si fuera un resorte, Chris se levantó corriendo.

- Desde luego, ahora ni se deja dormir a la gente deprimida… – dijo él dirigiéndose hacia el baño y cerrando la puerta.

Verdaderamente, Chris tenía razones para estar deprimido. Lena había empezado a salir con Christian Valley, el entrenador le había hecho admitir a Valley en el equipo, Chris estaba empezando a jugar mal…

Y por si fuera poco, ahora nos evitaba. A nosotros, a sus amigos. Y una noche le oí llorar. Pero en cuanto me acerqué a ver que le pasaba, me evitó. Y no sabíamos qué hacer para poder ayudarle.

Charlie me había contado que Lena estaba con Valley por puro orgullo, porque Chris no daba muestras de sentir algo por ella. Él no hablaba de lo que le pasaba con ella, pero estaba claro que se había enamorado, aunque todavía no lo supiera. O puede que se dio cuenta de que lo estaba el día en que la vio besándose con Valley. No estaba del todo seguro.

Y Lena… Ella también estaba enamorada de Chris. Se le notaba en la mirada. O cuando estábamos todos juntos y la pillaba mirándole de reojo. O cuando se quedaba pensativa, y luego tardaba en contestar a lo que le preguntases. Lo que pasa es que ella tampoco estaba segura de lo que sentía Chris. Por mucho que yo le dijera que él estaba loco por ella, decía que necesitaba una demostración por parte de él. Que demostrara que sólo le importaba ella. Pero si ni siquiera Chris sabía lo que le pasaba interiormente, era imposible una declaración.

Por ello, y también por todas las discusiones que había tenido con Charlie, decidí animarle a que reconquistara a Lena.

- Creo que tengo la solución a todos tus problemas. – le dije cuando salió de la ducha.

- ¿Y es…?

- Tienes que reconquistar a Lena.

- Lena tiene novio. – suspiró él.

- ¿Acaso te ha importado eso con las otras chicas?

Le había pillado, estaba seguro.

- Lena quiere a Valley, por eso es mejor que les deje en paz.

- Créeme, Lena no quiere a Valley. – le aseguré, intentando sonar convincente.

- ¿Por qué estás tan seguro de eso? – preguntó él interesado.

- Porque está enamorada de ti.

Él se quedó en silencio, meditando unos segundos mis palabras.

- ¿Y por qué está con él si en teoría está enamorada de mí? – preguntó al fin.

- Porque tú tienes una fama de estar con todas las chicas y luego dejarlas tiradas, y ella está con él imaginándose que él eres tú.

- Creo que soy más guapo que el idiota ese – dijo él con una sonrisa.

Sonreí. Chris volvía a estar como siempre.

- Me pregunto por dónde podría empezar – dijo éste.

- Creo que tengo la solución perfecta – dije sonriendo.

Lena P.O.V

La semana después del partido era el estreno de “Romeo y Julieta”. No estaba nerviosa por el estreno, ni tampoco por hacer de protagonista, sino por Christopher. Siempre que habíamos tenido un ensayo, en todas las escenas en las que los protagonistas se besaban, evitábamos besarnos. No porque nos gustara besarnos, sino porque nadie en el internado sabía que nos habíamos besado varias veces a escondidas. Sólo nuestros amigos, y estaba segurísima de que ellos no habían dicho nada por ahí.

Pero ahora el problema era distinto. Teníamos que besarnos delante de todo el colegio. Yo tenía novio. Christopher tenía novia. Y yo todavía estaba resentida con él, aunque me acosara para que lo perdonara. Pero eso era antes de que yo empezara a salir con Valley. Desde el partido, casi no había visto a Christopher. Sabía que asistía a clases, ya que coincidíamos en casi todas las asignaturas, y también lo veía en los ensayos, pero no lo veía más que en esas ocasiones. Sabía que comía después de que yo y Valley abandonáramos el comedor, y con la cena pasaba lo mismo.

Tampoco yo iba a su habitación. Pese a lo mucho que me gustaba la habitación de los chicos, no había vuelto desde que salía con Valley. A Christian no le gustaba que yo viera a Christopher. Pero yo tampoco sentía demasiadas ganas de verlo. Sabía que tendría que verlo en la fiesta de cumpleaños de Johnny, que era el mismo día que el estreno de la obra y que celebraríamos la pandilla entera en la antigua discoteca, que iba a estar cerrada porque no había ninguna fiesta programada para ese día, además de que el que tenía las llaves del edificio era Kevin.

Y llegó el día del estreno. Sabía que el teatro estaba hasta los topes de lleno. Al parecer, el hecho de que dos de las figuras más importantes del internado fueran los protagonistas de una de las historias de amor más bonitas de la historia causaba mucho morbo.

Me encantaba mi vestuario. Me habían confeccionado a medida un traje de estilo renacentista en tonos lilas, con los zapatos a juego, y me había hecho una especie de recogido, que llevaba junto con una especie de gorrito en la cabeza.

Durante toda la obra, Schoomaker no había parado de mirarme y de insinuarse, acercándose más a mí de lo debido. Hasta que la situación alcanzó su nivel máximo, cuando llegó la escena de la despedida de los amantes en el balcón de Julieta, después de que los amantes hubieran pasado la noche juntos:

- ¿Ya quieres irte? No ha asomado el día, la voz del ruiseñor, no de la alondra atravesó tu oído temeroso: canta en la noche, encima del granado. ¡Fue el ruiseñor, ya sabes, amor mío! – dije yo agarrándolo por la cintura.

- ¡Fue la alondra que anuncia la mañana, no el ruiseñor, mi amor, mira las rayas de la luz envidiosa que desgarra las nubes, allá lejos al oriente! Se apagaron los cirios de la noche y en puntillas el día se levanta sobre la bruma de los altos montes. ¡Si parto, vivo! ¡Sí me quedo, muero! – dijo él, agarrándome a su vez.

- Aquella luz lejana no es el día, el sol se desprendió de un meteoro, que te acompañe en el camino a Mantua, y como antorcha aclare tu camino. ¡Quédate, pues aún te queda tiempo!

- ¡Que me aprisionen y me den la muerte, si así lo quieres tú, yo estoy contento! ¡Diré que aquella lejanía gris no son los nuevos ojos de la aurora, sino la frente pálida de Cynthia, y que no son los trinos de la alondra los que pueblan la bóveda del cielo! Yo no quiero partir, quiero quedarme. Bienvenida la muerte, si Julieta lo quiere. Conversemos. No es de día.

- ¡Es de día! ¡Es de día! ¡Ándate pronto! Es la alondra que canta y desafina, con feos desacordes y aspereza. Si su canto reúne la dulzura, no es dulce si a nosotros nos separa. ¡Suelen decir que el sapo con la alondra se prestaron los ojos uno a otro, también debieron de trocar sus voces! Porque ese trino rompe nuestro abrazo echándote de aquí con su alborada! ¡Está aclarando más y más, adiós!

- ¡Está aclarando más y más el día, más y más se oscurecen nuestras penas!

En ese momento, entró Nat, caracterizada con toda la vestimenta del ama de Julieta:

- ¡Señora!

- ¿Ama?

- Viene a tu habitación tu señora madre. ¡Prudencia! ¡Ten cuidado! ¡Apunta el día!

Y salía de la escena tan rápido como había entrado. Entonces era una de las escenas de beso de la obra.

- ¡Ventana, entonces, deja entrar el día y que salga la vida! – exclamé.

- Un beso más, y bajo. – y ese era el momento del beso.

Como me imaginaba, Christopher se aprovechó de la situación. Me cogió de la cintura con fuerza, me pegó a él más de lo estrictamente permitido en la obra y me besó. Pero no con el tipo de beso delicado que requería la escena. Cuando juntó sus labios con los míos, vi que su lengua se abría camino hacia mi boca, por lo que entreabrí los labios, haciendo que nuestras lenguas se juntaran, y dejando profundizar el beso más de lo que me habría gustado para ese momento, pero no hice caso a mis pensamientos y me agarré a su cuello, profundizando aún más el beso.

Oí unos cuantos silbidos de admiración, que ignoré, a la vez que Nat y Charlie, caracterizadas como el ama y la señora Capuleto respectivamente, estallaban en gritos y aplausos, contagiando a medio teatro.

En ese momento paramos, y cuando miré a la gente de las primeras filas, entre ellos mi actual novio, que me miraba sin poder creer lo que acababa de ver, me puse muy roja. Chris se decidió en ese momento a continuar la escena.

- ¡Adiós! ¡Adiós! – exclamó, saliendo precipitadamente del escenario y dejándome con la escena a medias.

No podía creérmelo. ¡Se había ido, y aún no habíamos terminado la escena! Por suerte, Brandon Jeffries, que hacía del señor Capuleto, entró en escena, haciendo que pudiéramos terminarla.

La obra continuó sin más incidentes, y cuando por fin se bajó el telón definitivamente después de que hubiéramos salido a saludar, me encaminé hacia donde supuse que estaría Christopher, pero éste ya se había marchado. Pero en su lugar me encontré a Nat, que me arrastró literalmente a la cena, para que termináramos pronto y poder arreglarnos para la fiesta de Johnny. Bueno, arreglarnos consistía en algo sencillo, ya que sólo íbamos a estar los ocho de la pandilla en la fiesta. Johnny tenía intenciones de invitar a Christian, pero Schoomaker le pidió que no lo hiciera.

Tras la cena, en la cual vinieron bastantes personas a felicitarme por mi actuación como Julieta, las chicas y yo fuimos a nuestra habitación para arreglarnos mientras los chicos terminaban de preparar el lugar de la fiesta, todos excepto Johnny, que estaba en el edificio principal hablando por teléfono con su familia.

Nos habíamos vestido de manera semi informal, de manera que llevábamos vestidos cortos, pero no eran espectaculares, y tacones normales. Charlie se había puesto un vestido palabra de honor negro que se ajustaba en la cadera, para luego caer suelto, junto con stilettos negros. Penny, por el contrario, llevaba un vestido color blanco con cuello redondo, con muy poco escote, sin mangas, plisado y con cuatro botones negros en la parte delantera del vestido, con manoletinas negras. Nat iba bastante discreta para como iba siempre, y llevaba un vestido de corte imperio en color gris, con unos tacones bajos de color rosa claro, y lo único que destacaba de ella era su larga melena rubia, que había dejado suelta y sin adornos.

Y yo, por el contrario, me apetecía llevar algo con lo que destacase esa noche. Me lo merecía, después de todo, acababa de estrenar con éxito la obra de teatro del internado. Y además, ese día me sentía más guapa que de costumbre. Por lo que me puse un vestido verde irlandés con escote de pico que se ajustaba debajo del pecho y luego caía libre hasta casi las rodillas. Me había puesto unos zapatos de piel de serpiente en color beis claro y me había semi recogido el pelo con una horquilla de nácar.

Y, tras retocarnos el maquillaje por última vez, ponernos los abrigos y coger los regalos de Johnny, nos dirigimos a la fiesta. No había nadie por los pasillos a esas horas, y el camino se hizo silencioso. Apuramos un poco más que de costumbre, ya que hacía frío a esas horas de la noche.

Y llegamos a la fiesta. Los chicos habían decorado el antiguo gimnasio genial, con guirnaldas de colores, serpentinas, fotos de los Beatles y John Lennon, guirnaldas con el número diecisiete, como los años que cumplía Johnny, además de los tradicionales gorritos ridículos y demás cosas de cumpleaños.

En una zona del antiguo gimnasio había muchos cojines de colores que habían dispersado por el suelo, reluciente gracias a las limpiadoras sobornadas. Había una mesa con un mantel azul con la tarta y los regalos, un montón de regalos. Las luces de colores brillaban sin parar, y además, el equipo de música de Kevin reposaba en un rincón, sin duda con temas animados para bailar.

Johnny iba a venir de un momento a otro, así que apagamos las luces y nos escondimos donde encontramos sitio. Oímos ruido en el exterior, y la puerta se abrió:

- Charlie, no entiendo tu obsesión por taparme los ojos. ¿Vamos a hacerlo aquí?

Oí un golpe y un quejido de Johnny, y supuse que Charlie le había pegado.

- Venga Johnny, ahora ya puedes abrir los ojos.

En ese momento fue cuando todos salimos de nuestros escondites gritando “¡Sorpresa!”. La cara de Johnny en ese momento fue un poema.

- Chicos, no teníais que haberos molestado. En serio, lo de la fiesta es genial, aunque no hacía falta.

- Claro que sí Johnny. Al fin y al cabo, es tu cumpleaños. – le dije.

- Y Lena y yo no queríamos robarte el protagonismo hoy. – añadió Chris.

- Vale, me rindo, celebremos mi cumpleaños.

Y tras esto, hicimos lo de todos los rituales de cumpleaños. Johnny sopló la enorme tarta de manzana y crema (su tarta favorita), que habíamos encargado a las cocineras del internado con sus correspondientes diecisiete velas.

Luego entregamos nuestros regalos. Pensando en Charlie y Johnny, el resto del grupo habíamos acordado regalarles un viaje para los dos a Hawaii para cuando ellos quisieran, junto con todos los trajes de baño, además, las chicas habíamos acordado en regalarle a Charlie varios conjuntos de lencería francesa, para que los usara con Johnny, a modo de propio regalo de cumpleaños.

Y después de hacer la entrega de todos los regalos, haber bailado, y haber bebido (al menos lo suficiente como para no ser demasiado consciente de mis actos), empezamos a jugar a verdad o consecuencia. Todos estábamos ya ebrios, lo suficiente como para que no tuviéramos vergüenza de nada, así que sentados en un círculo en el medio de la pista, empezamos a girar la botella, que cayó en Jerry:

- Venga Jerry, te toca. ¿Verdad o consecuencia? – le preguntó Chris, que había asumido junto a éste el papel de showman del juego.

- Consecuencia, ya sabes que a mí las verdades no me van. – dijo él.

- Entonces consecuencia. Dime Charlie, ¿qué castigo le pondremos?

- Se me ocurren varios, pero hay dos que me gustan mucho. Bien irlandés, elige: o convocas al espíritu de una banshee…

- ¡NO! ¡NO PIENSO HACER ESO!

- …O besas a Nat.

- ¡No pienso dejar que Jerry me bese!

- Nat, no me apetece convocar a una banshee. Venga, acércate.

Nat no daba señales de acercarse, así que Jerry fue hacia donde estaba ella, besándola y haciendo que Nat pusiese los brazos alrededor de su cuello, profundizando el beso.

Todos empezamos a silbarles debido a que el beso, que debería haber durado un minuto como mucho, estaba durando más de lo que habíamos establecido. Con algo de fastidio, Nat y Jerry se separaron y volvieron a los sitios en los que estaban antes. Y después de eso, volvimos a girar la botella, que esta vez se paró en mí:

- Bien Lena, ¿verdad o consecuencia? – me preguntó Schoomaker.

- ¿Qué es lo mejor? O mejor dicho, ¿con qué vais a torturarme menos? – respondí yo.

- Puede que con la verdad o puede que con la respuesta – añadió Jerry siniestramente. – Tú decides.

No sabía que elegir, debido a que si decía verdad, ellos podrían enterarse de alguno de mis secretos, cosa que no me apetecía nada, pero le tenía demasiado miedo a la consecuencia, así que elegí la primera opción.

- Verdad.

- De acuerdo Lena, ahí va. ¿Con quién ha sido tu última fantasía sexual? Y no vale responder con el nombre de algún actor famoso.

- ¡No pienso contestar a eso! Es algo privado.

- Tú eres la que has elegido verdad. Si no respondes, tu castigo será peor.

- Está bien. Fue con Chris – admití algo avergonzada. No era normal que tuviera fantasías con alguien que no fuera mi novio.

- ¿Con Valley? – preguntó Schoomaker algo decepcionado.

- ¡Contigo estúpido! – y dicho esto, la cara de Chris cambió de decepción a satisfacción profunda.

Enrojecí involuntariamente, al mismo tiempo que los chicos empezaban a reírse de mi cara.

- ¿Y como ha sido? – preguntó Schoomaker muy interesado.

- Eso sí que no voy a contártelo, es algo demasiado privado.

- ¡Qué te importa! ¡Si era conmigo! – me dijo Chris.

- No tengo autoridad sobre mi subconsciente, no puedo controlar si sueño contigo en vez de con mi novio.

- ¿Te gustó?

- No insistas, no voy a contarte nada. Gira la botella, anda.

Por una vez, Schoomaker hizo lo que le había dicho, con tal mala suerte de que me volvió a tocar.

- Como en la pregunta de antes has escogido verdad, te toca consecuencia. Así que te vienes conmigo a un sitio más privado a contarme tus sueños. – dijo mientras se levantaba, me cogía de la mano y me arrastraba fuera del círculo.

- Eso no vale, la consecuencia tiene que decidirse entre todos. – le dije intentando pararlo.

- ¿Estáis todos de acuerdo? – preguntó Schoomaker en general.

- ¡Sí! – gritaron todos a la vez.

Reprimí un insulto por culpa de que Christopher tiró de mí hacia el baño, cerrando la puerta con pestillo para que yo no pudiera salir.

- ¿Piensas dejarme aquí encerrada? Te recuerdo que tú eres claustrofóbico.

- Esto es demasiado grande para sentir claustrofobia. Y no vamos a salir hasta que me cuentes lo de tu sueño.

- Te he dicho que no voy a contártelo.

- Vas a contármelo quieras o no.

- No.

Entonces me arrinconó contra la pared, mirándome fijamente. Estábamos muy cerca, sentíamos las respiraciones el uno del otro, y nuestros labios casi se rozaban.

- Dímelo. – me volvió a insistir.

- Oblígame – le susurré.

Y me besó, pero no como el beso de esa tarde, el de la obra de teatro, sino como algo más profundo, más salvaje. Nunca nos habíamos besado de esa manera, y yo no tenía ninguna duda de que eso era por el efecto del alcohol. Ya no nos estábamos dejando llevar por la razón, sino por los instintos.

Noté como las manos de Chris bajaban de mi cintura a mis muslos, aupándome para que nuestras bocas estuvieran a la misma altura y para que estuviera más pegada a él. Y eso fue lo que me hizo avanzar un paso más, algo que no había hecho en todos los besos que nos habíamos dado. Quité los brazos de su cuello, y, apoyándome en la pared para no caerme, empecé a desabrochar los botones de su camisa, sin parar de besarlo en el cuello y en los labios.

Al final la camisa de Christopher cayó al suelo. No podía dejar de admirar sus marcados abdominales, fruto sin duda del fútbol americano y de otros deportes. Él me volvió a dejar en el suelo para llevar las manos a mi espalda y empezar a bajarme la cremallera del vestido lentamente.

Mi vestido no llegó a caer al suelo, ni tampoco pasó nada más, porque unos golpes bastante fuertes en la puerta del baño hicieron que volviéramos a la realidad. Ambos nos acercamos a la puerta para ver qué es lo que estaba pasando, y la abrimos al mismo tiempo que Penny se metía dentro del baño con nosotros.

- ¿Qué pasa Penny? – preguntó él, al mismo tiempo que recogía la camisa del suelo y se la ponía.

- Valley está aquí. – dijo ella.

- ¿Qué? – casi grité yo.

- Lo que oyes. Pregunta por ti. Así que péinate, que nos vamos – dijo mientras me subía la cremallera del vestido, al mismo tiempo que yo empezaba a acomodarme el pelo.

Chris terminó de vestirse al mismo tiempo que yo estaba lista. Penny me dirigió una mirada de “tenemos que hablar” mientras salíamos del baño, y tras esto, me dirigí corriendo hacia dónde estaba Christian, muy cerca de la puerta.

- ¡Cariño! – le grité mientras le abrazaba, intentando ocultarle mi rostro culpable. - ¿Qué haces aquí?

- Te echaba de menos, por eso vine a ver qué tal estabas.

- Estoy bien, aunque me duele un poco la cabeza. Acompáñame hasta mi habitación, que estoy cansada.

Mientras me despedía de todos con un saludo rápido, salí de allí con Christian, que me acompañó hasta mi cuarto.

- ¿Te encuentras mejor? Puedo quedarme contigo esta noche si lo deseas – dijo mientras me agarraba de la cintura.

Adivinando sus intenciones, me separé de él, pegándome aún más a la puerta.

- No te preocupes, estaré bien. Hasta mañana Christian – le dije, dándole un rápido beso en los labios de despedida.

Me metí corriendo en la habitación y cerré la puerta antes de que Christian pudiera decir algo. Suspiré aliviada al oír como sus pasos se alejaban en el silencio de esas horas de la noche.

¿Qué había hecho? No podía creerme lo que acababa de pasar. ¿Por qué, si estaba saliendo con Christian, me enrollaba con Christopher a la primera ocasión? Me sentía culpable, muy culpable. No solo por el hecho de haber engañado a Christian, sino porque me había enrollado con Schoomaker a pesar de todo el daño que éste me había hecho.

Ahora, yo estaba actuando con Christian como Schoomaker había actuado conmigo. ¿Desde cuándo yo era así? Había cambiado. Para bien o para mal, Schoomaker me había cambiado, y no sabía si alegrarme por el resultado o enfurecerme. Pero yo no podía volver atrás ni intentar borrar lo que había pasado con Schoomaker hacía menos de media hora. Lo único que podía hacer era ignorarlo, e intentar serle fiel a Christian.

Desde luego, no podía volver a dejarme llevar de esa manera. No podía volver a estar a solas con Schoomaker nunca más. Sabía que si volvía a dejarme llevar de esa manera, ya nada sería igual.