jueves, 19 de enero de 2012

Capítulo 24: El chico que susurraba a los caballos

El chico que susurraba a los caballos

Dos semanas después de las pequeñas vacaciones en la casa de Colorado, ya en marzo, me encontraba sentada en la escalinata del vestíbulo con Nat y Penny, cotilleando un poco mientras esperábamos a que apareciera Charlie, ya que nos había dicho que tenía una sorpresa que darnos.
El resto de chicas que estaban en la escalinata también cotilleaban, y pude distinguir a Blondie Fox en una de las esquinas riéndose escandalosamente de algo que le había dicho Brandon Jeffries, al que miraban fatal las gemelas Stuart.
- En serio chicas, ¿no os parece muy fuerte lo de Brandon con las gemelas?
- Nat cariño, desde que empecé aquí, Brandon ha estado con Janet Stuart, con Janice Stuart, con las dos a la vez y luego con Blondie Fox. Así que de Brandon me espero todo.
- Lena tiene razón Nat. – me secundó Penny, que hojeaba el Be Famous.
Nat, que cotilleaba las últimas tendencias en su ejemplar de Vogue señaló una página y me llamó.
- Mira Lena, con ese vestido pienso casarme. No te rías porque lo digo en serio – dijo ella señalando un vestido verde corto de la colección de primavera de Óscar de la Renta, que llevaba puesto Jennifer Aniston en una gala benéfica.
- ¿De verdad te gusta tanto? Pensé que eras una chica Dior, Nat.
- Por ese vestido mataría. Le diré a mi mami que me lo compre para la graduación.
- Nat, la graduación queda lejana todavía. – le recordé.
- Para nada Lena. Estamos en nuestro último trimestre. Y tenemos clase nueva, pero no sé…
En ese momento se interrumpió la frase de Nat, ya que la puerta principal se abrió, y de ella surgió una pelirroja que todas conocíamos de sobra.
- ¡Charlie! Al fin has llegado. – gritó Nat al verla.
- Tarde por cierto – completó Penny.
- Lo siento, pero lo que voy a enseñaros valía la pena esperarlo. – contestó ella con una sonrisa.
Y la puerta corrió a abrirse por segunda vez, y de ella surgió la cabeza pelirroja de un chico al que no conocía. Nat y Penny chillaron a la vez, y corrieron a abrazar al chico. El resto de las chicas de la escalinata se giró hacia la puerta, y se oyó un sonoro suspiro colectivo. Yo me quedé como semi paralizada, y muy extrañada por su reacción. En serio, ¿qué les pasaba a todas las mujeres del internado hoy?
El chico abrazó a Nat y Penny, y se acercó hasta mi posición, escoltado por mis amigas. Cuando lo tuve de frente, me fijé en que tendría veintipocos años, era muy alto, con el cabello pelirrojo con cierto desorden, algunas pecas alrededor de su nariz, los ojos de color azul verdoso y gran parecido a Charlie.
Vale, era guapo, pero tampoco lo era tanto como para provocar esos suspiros de admiración. Me sonrió, y me fijé en que tenía una sonrisa preciosa, que parecía transmitirte tranquilidad en cualquier momento.
- Lena – dijo Charlie reclamando mi atención – te presento a …
- Fred Hilton – se anticipó el pelirrojo. – Soy el hermano mayor de Charlie.
Claro. Por eso se parecía tanto a ella.
- Y tú debes de ser Lena Williams. Charlie me ha hablado mucho de ti. – terminó él con una sonrisa coqueta.
- Supongo que bien – contesté mientras le daba los dos besos de presentación.
- Demasiado bien – respondió él sin dejar de sonreír.
Y mientras hablábamos, no dejaba de mirarme de arriba abajo. Debería haberme resultado molesto, pero yo tampoco podía apartar la mirada de él.
- Fred va a dar clases este trimestre – dijo Charlie, interrumpiendo nuestro juego de miradas.
- ¿En serio Fred? – le preguntó Nat. – ¿De qué vas a dar clases? ¿Vienes a cubrir la baja de la profesora Gilmore?
- No, la historia no es lo mío. Vengo a dar clases de equitación.
- ¿De equitación? Es genial, me encanta montar a caballo. – contesté.
- Me alegro, y me hará muy feliz verte entre mis alumnas – dijo él dirigiéndome una mirada que no supe interpretar.
Desde luego que iría a su clase. No por coquetear un poco con el pelirrojo, sino porque de verdad me gustaba la equitación. Desde que era pequeña, me encantaban los caballos. Desde que un verano en casa de la abuela Michelle me apunté a un curso de equitación, montar a caballo era una de mis actividades favoritas. Y desde entonces, montaba una vez por semana en el Club de Campo de Jersey. Pero desde que había venido a St. Peter, no había vuelto a montar.
De repente, los pasos apresurados de la señora Gold se hicieron presentes en el vestíbulo, dirigiéndose hacia donde estábamos.
- Buenos días señora Gold – le dijo Fred nada más verla.
- Señor Hilton, si me disculpa, necesito que venga conmigo al despacho del señor Rumsfeld a completar los detalles de su estancia.
- De acuerdo, iré con usted. Chicas, si me disculpáis, os veré luego.
- Hasta luego Fred. – le dijimos todas al unísono.
Fred y la señora Gold se marcharon, junto con Charlie, Penny y el resto de las admiradoras de él, que esperaban fuera de la secretaría para asaltarlo en cuanto saliese. Al conseguir estar solas, Nat se sentó en las escaleras, y me miró con cara seria:
- ¿Te pasa algo Nat? – le pregunté preocupada.
- ¿Te has fijado en cómo te mira Fred? – dijo ella yendo directamente al grano.
- Me mira de forma normal.
- ¿Me harás caso si te digo que tengas cuidado con él?
- Nat por favor, Fred no me gusta.
- Eso no lo decía la forma en que lo mirabas… O la forma en la que él te miraba a ti.
- Nat, tengo novio.
- Que en estos momentos está en Washington…
- Pero sigue siendo mi novio. Quiero a Chris con locura. Y no tengo intención de dejarle.
- Por eso lo digo. Puedo estar segura de ti, pero de Fred no.
- ¿Por qué no te fías de Fred? – le pregunté sin más rodeos.
- Créeme, algún día te lo contaré. Pero no te fíes de él.

***

Al día siguiente, me encontraba dentro de los establos del colegio en compañía de catorce alumnas más. Pasaban diez minutos de las cinco de la tarde, y Fred seguía sin aparecer, pese a que había prometido que estaría a las cuatro y media, mientras nos dejaba al resto de la clase limpiando una celda a casa uno. Penny era la única de mis amigas que se encontraba aquí, ya que Charlie alegaba que no le gustaban los caballos, y Nat que ya estaba apuntada a demasiadas clases.
- Lena, creo que deberíamos irnos. Fred no va a venir. – me insistió ella por vigésima vez.
- Por favor Penny, quédate. No he terminado todavía de cepillar la crin a Pearl.
- Lena, se ha ido casi todo el mundo. Además, he quedado con Kevin en diez minutos, ya sabes lo puntual que es…
- No sería la primera vez que Kev tuviera que esperarte.
- …Y aún tengo que cambiarme. Huelo fatal. – terminó ella.
- Vale, cierto, hueles fatal, pero Kevin lo comprenderá. Es un novio muy comprensivo, ¿no? – dije mientras me agachaba con el tiempo justo de esquivar los guantes que Penny me acababa de tirar. – ¡Eh! ¡No vale tirar cosas!
- Pues si no quieres irte, yo me voy. Kevin me espera.
Y se fue, al mismo tiempo que también lo hacía el resto de la clase, quedándome yo sola en los establos.
Cogí un cepillo y volví a pasarlo sobre la crin de Pearl, tal y como lo había hecho durante la última hora. De repente, oí un ruido a mis espaldas, me giré y vi que sólo era Fred. Suspiré aliviada.
- ¿He tardado mucho en volver? – preguntó acercándose a mí.
- Tu clase se ha ido. Calcula cuanto tiempo es eso. – dije yo concentrada.
- Demasiado. Pero no todos se han ido.
- Exacto – respondí, siguiendo con mi tarea.
- ¿Te apetece montarla? – me preguntó.
- ¿Ahora?
- ¿Tienes algo mejor que hacer?
- Se me ocurren unas cuantas: ducharme, ir a estudiar…
- Dame una razón de peso.
- He quedado. – le respondí ya con ganas de irme de allí.
- Interesante. ¿Puedo saber con quién?
- Pensaba que los profesores no se metían en la vida de los alumnos. – le recordé.
- ¿Acaso soy tu profesor?
- Pensaba que lo era al apuntarme a su clase. – le respondí.
Él me cogió la mano con la que cepillaba a Pearl.
- Y yo pensaba que ahora no somos alumna y profesor. Ya ha terminado la clase.
- Pero no el curso.
- Al fin y al cabo, sólo te llevo cuatro años, además, eres muy amiga de Charlie.
- Y tú eres su hermano.
- ¿Y? ¿Eso es un impedimento para lo que me pasa contigo?
- Perdona Fred, pero tengo novio.
- ¿Lo quieres?
- Claro que lo quiero.
- Entonces… ¿por qué no te has ido con los demás hace un rato y en cambio estás aquí?
- Hombre, pues no lo sé, ¿no será porque soy la única de la clase a la que le gustan los caballos? – le respondí irónicamente. – El resto de la clase sólo se ha apuntado porque les pareces atractivo.
- ¿Y qué me dices de Alan Perkins?
- Es gay.
- ¿Y de Penny? Está saliendo con Kevin Rumsfeld.
- Sólo se apuntó porque se lo pedí yo. No quería estar sola en una clase llena de niñatas descerebradas que han fundado tu club de fans.
- ¿Tengo club de fans? – preguntó sorprendido.
- ¿En serio no has visto a las descerebradas cuando estás tú delante? Por favor, sólo les falta desmayarse, porque creo que ya se hacen pis encima de la emoción.
- ¿Y tú eres una de esas chicas?
- ¡Por supuesto que no! Tengo a mi propio chico por el que babear.
- ¿Tu famoso novio? ¿Qué podría hacerme si sigo molestando a su chica?
- Mi famoso novio te pegará un puñetazo si sigues molestando a su chica.
Recogí mis cosas y salí de la cuadra, al mismo tiempo que Fred me perseguía gritando.
- Venga Lena, no te enfades. Te prometo que no haré nada que tú no quieras.
- Eso puede estar seguro.
- ¿Amigos? – preguntó él tendiéndome una mano.
- Me lo pensaré – le dije yo mientras me iba de allí corriendo.

***

Ya en la biblioteca, más tranquila, mi teléfono sonó con “We found love”, canción que me recordaba a Chris. Pero, aunque lo deseaba, no era mi novio quien llamaba, sino Johnny.
- Williams al habla. – le dije imitando el tono militar que utilizábamos él y yo cuando hablábamos por teléfono.
- Sargento Williams, el coronel Morrison la necesita aquí abajo.
- ¿Abajo coronel? ¿Dónde?
- La espero en el vestíbulo sargento Williams – dijo él antes de colgarme.
Me encantaban esas conversaciones con Johnny. Me reía un montón del tono serio que ponía por teléfono. Seguro que ahora mismo se estaba riendo un montón.
Haciéndole caso al idiota de mi casi hermanastro, recogí mi libro de historia y dirigí mis pasos al vestíbulo. Y allí estaba él, junto con el resto de la pandilla y con las personas que menos me imaginaba encontrar allí en ese momento.
- Hola cariño – me dijo mi madre sonriéndome.
Corrí a abrazarla, y también a Joe, que estaba a su lado.
- Mamá, Joe, ¿qué hacéis aquí?
- Lena, tu madre y yo queríamos daros a todos la invitación de la boda. – dijo Joe sonriendo.
- Y de paso tomar un té o algo así. Cariño, ¿hay alguna sala libre para poder tomar algo? – preguntó mi madre.
- Vamos a las salas de reuniones con los tutores – dijo Kevin guiándonos por el pasillo contrario a secretaría.
Tras caminar un poco, entramos en una sala con varios sillones de aspecto cómodo, una mesita de café y un aparador en una esquina con una máquina de hervir agua, un bote de lata con infusiones y una cafetera Nespresso, junto con los envases y las tazas.
Tras servirnos todos unas bebidas, mi madre procedió a repartir las invitaciones, que me gustaban mucho.
- Así que en hotel Hilton… - dije yo.
- Queríamos un lugar grande para la fiesta, y también que tuviera jardín para celebrar la ceremonia al aire libre. – explicó Joe.
- Tanto Joe como yo queríamos casarnos en un jardín, ya que en nuestras anteriores bodas, nos casamos en el ayuntamiento o en la iglesia.
- Por lo menos el buen tiempo está asegurado. – añadió Johnny.
- Y lo mejor que sea en primavera. El jardín estará lleno de flores. – dijo Charlie.
- Será una ceremonia preciosa – aseguró Nat.
- Lo será. – aseguró mi madre. – Y tú cariño – dijo mientras me miraba – vas a ser mi dama de honor.
- ¿Yo mamá?
- ¿Quién si no? Eres mi hija, y quiero que seas una parte importante de la ceremonia.
- Y yo voy a ser el padrino – dijo Johnny sonriendo.
- ¿Quién te ha dicho que vas a ser el padrino? – le preguntó Joe con ironía.
- Papá, yo te presenté a Lily en el internado. Me lo merezco.
- Serás el padrino. – le aseguró mi madre.
Johnny sonrió de nuevo y se sirvió otra taza de café.
Al poco rato, los chicos se fueron a dar una vuelta, y las chicas y mi madre nos quedamos en la habitación para ayudar a mi progenitora con los detalles de su boda.
Nat era la que estaba más entusiasmada organizando cosas tan pequeñas como los centros de flores, algún que otro vals que sonaría en la fiesta y por supuesto, la ropa que llevaría yo.
Y yo disfrutaba un montón viendo cómo mis amigas ayudaban a mi madre, que parecía una quinceañera de lo ilusionada que estaba.
Y echaba de menos a Chris. Enormemente. Sabía que llegaría en dos días, pero igualmente era mucho tiempo para mí. Después de unas cuantas semanas siendo inseparables, era algo normal.
Y me preocupaba Fred. No en el sentido de que me gustase. Sólo me parecía guapo. Pero Fred tenía una extraña obsesión conmigo. Y no sabía si eso afectaría a mi relación con Chris o no.

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