viernes, 26 de agosto de 2011

Capítulo 10: La fiesta de Halloween

Desde nuestro encuentro en el ascensor, Schoomaker y yo no habíamos vuelto a hablar de lo que había entre nosotros. Sí que hablábamos, pero sólo si estábamos con el resto de la pandilla; a solas, nunca.

Para mí, el tiempo transcurrido entre nuestra conversación en el ascensor y Halloween se pasó volando entre los preparativos con los disfraces que llevaríamos al tradicional baile que se celebraba todos los años en el colegio.

Las chicas y yo, al no estar de acuerdo en disfraces tradicionales, habíamos optado por disfrazarnos de actores y actrices en las películas. Y eso lo demostramos ese día cuando nos estábamos arreglando para ir al baile.

- Lena, ¿puedes pasarme la laca, por favor?

- Nat, tanta laca te va a afectar al cerebro.

- Lena, el disfraz de Marilyn Monroe requiere mucha preparación.

Y vaya si la requería. Nat llevaba un vestido blanco vaporoso que le llegaba hasta el muslo, junto con tacones blancos. Se había peinado su largo cabello rubio con ondas y se había maquillado como Marilyn. Era la viva imagen de ella en la película “Los caballeros las prefieren rubias”.

- Como tú digas Monroe.

- Chicas, ¿habéis visto mi colgante? – preguntó Charlie.

- No, pero deben de estar con los Loubotin de Penny.

Charlie era la nueva Rose Dewitt Bukater, de la película “Titanic”. Estaba vestida como en la escena en la que Jack besaba a Rose en la popa del barco con la canción “My heart will go on” de fondo. Llevaba una blusa blanca con una falda larga en color azul oscuro, con una chaqueta azul con bordados dorados y una especie de chal crema. Y por supuesto, “El corazón de la mar”, ese colgante del diamante azul, solo que en este caso se trataba de un diamante falso.

Penny había optado por disfrazarse de Angelina Jolie en “Mr & Mrs Smith”. Llevaba un vestido largo hasta los pies en color negro, con tirantes finos del mismo color, sus pies calzaban los típicos Loubotin, stilettos negros con suela roja y se había maquillado como Angelina.

Y yo, por último, había optado por disfrazarme como mi ídolo, la famosa Audrey Hepburn. Había elegido un clásico suyo para inspirarme en mi disfraz, y el elegido había sido “Desayuno con diamantes”. Llevaba un vestido de seda negro, recto y largo hasta casi llegar al suelo. Me había alisado completamente el pelo y recogido en un moño alto, adornado con un broche de diamantes falsos. Y, como complementos, llevaba unos guantes de seda negros y un gran collar de perlas falsas con un diamante también falso.

Mientras me retocaba el rímel, llamaron a la puerta de la habitación. Charlie corrió a abrir, sabiendo de antemano quien estaba detrás de la puerta, y abrazándole tras abrir.

- Buenas noches chicas. Estáis preciosas, pero ninguna supera a mi Charlie. – añadió con una sonrisa orgullosa.

Johnny llevaba una camisa blanca desgastada, junto con una chaqueta de pana marrón y pantalón a juego, y su pelo castaño se lo había peinado hacia atrás con gomina, dándole un gran parecido a Jack Dawson, el protagonista masculino de “Titanic”.

Antes de que Johnny y Charlie comenzaran con otra sesión de cursilerías, Nat los cogió a cada uno del brazo, saliendo con ellos de la habitación:

- Venga, vámonos ya, que llegaremos tarde a la fiesta.

- ¿Y los demás? – pregunté.

- El resto nos esperan en la fiesta, así que vámonos. – añadió Johnny tirando de nosotras para que saliéramos de una vez de la habitación.

Fuimos hasta el edificio principal planeando las diferentes cosas que haríamos en la fiesta, como robar caramelos (idea de Nat), llenar de pasta de dientes la habitación de los chicos (algo asqueroso en lo que estaba en desacuerdo) y gastar bromas telefónicas pasadas las 5 de la mañana (cosa que me divertía bastante y estaba dispuesta a hacer).

Sin darme casi cuenta, llegamos al edificio principal y cruzamos las puertas del salón de baile. Vale, tenía que decir que lo habían decorado genial. Miles de telarañas falsas colgaban del techo, al igual que serpentinas naranjas y negras. Las ventanas estaban cubiertas por largos cortinones con aspecto tétrico.

Había un par de ataúdes falsos apoyados en algunas paredes, las grandes lámparas centrales estaban llenas de velas, y en cada rincón libre que no estuviera ocupado por calabazas con las caras más espeluznantes que había visto nunca, había mesas llenas de aperitivos y bebidas.

En el fondo de la sala, donde estaba el escenario, había un grupo de música que no me sonaba con disfraces de zombies y brujas, que tocaban en ese momento la canción “All you zombies”, de The Hooters.

La iluminación, ya de por si algo escasa por culpa de los focos de colores y las sombras, me dificultaba encontrar al resto del grupo. Por suerte, ellos estaban cerca de la puerta, esperándonos.

- Buenas noches señoritas, ¿os lo estáis pasando bien? – dijo Kevin, apareciendo con dos copas como de Martini.

- Más que bien ahora que hemos llegado. – respondió Penny, situándose al lado de Kevin.

- Bonito disfraz Kev. – le dije.

Evidentemente, Kevin estaba muy guapo por su disfraz. Haciendo pareja con Penny, se había puesto un traje negro, corbata, y llevaba una pistola de mentira en el cinturón. Estaba perfecto como Brad Pitt en “Sr. Y Sra Smith”.

Pero no podía decirse lo mismo de Jerry. Pude ver la cara de cabreo de Nat sin casi girar la cara, y todo debido al irlandés de siempre. Jerry, siguiendo su práctica habitual de llevar la contraria a todo el mundo, estaba vestido como una de sus criaturas mitológicas favoritas irlandesas, provocando la ira de Nat. De todas maneras, no podía negarse que estaba muy gracioso con el disfraz de leprechoun.

- Gerald, explícame por qué se te ha ocurrido la idea de ponerte un disfraz tan horrible en vez de disfrazarte de estrella de Hollywood y no hacerle caso a mi brillante idea.

Vale, la idea de Nat había sido fantástica, ya que nuestros disfraces tan originales se habían impuesto a los tradicionales de brujas, vampiros y zombies.

- Nat, me conoces desde hace demasiados años. Sabes que nunca me habría disfrazado de Gary Cooper. Además, reconoce que este disfraz mola más.

Y de fondo se oyeron los típicos comentarios de la gente, que alababan el disfraz de Jerry, para mayor fastidio de Nat. Antes de que comenzara una discusión, Kevin se puso en el medio de los dos para pacificar las cosas.

- Venga chicos, los dos estáis guapísimos. Vamos a bailar un rato.

Me dispuse a caminar hacia el centro de la pista, pero alguien me cogió de la mano por detrás, impidiéndome avanzar. Me giró como una bailarina y me dio la vuelta delicadamente, poniéndome enfrente de él.

- Estás preciosa Audrey.

Vale, Schoomaker estaba guapísimo. No sé como lo había averiguado, pero él se había disfrazado como Paul Varjak, el escritor amigo de Holly Golightly en una de mis películas favoritas, en “Desayuno con diamantes”. Estaba vestido como en una de las primeras escenas de la película: camisa blanca, corbata negra, chaleco de punto beis y chaqueta de traje gris de lana, a juego con los pantalones. Se había peinado con raya al lado y gomina. Estaba realmente sexy.

- ¿Cómo lo has sabido? – pregunté yo, todavía desconcertada.

- ¿Esto? Tengo mis fuentes.

- Eres increíble – le dije antes de intentar largarme de allí, ya que Schoomaker me lo impidió sacándome del baile y llevándome a las escaleras del vestíbulo.

- ¿Por qué soy increíble? No te comprendo.

- La que no te comprende a ti soy yo. ¿No se supone que pasabas de mí?

- ¿Cuándo dije que pasaba de ti?

- ¿Acaso no dijimos que era mejor olvidar lo del beso?

- Yo no pensaba eso.

- Pero lo dijiste. Y no entiendo tu comportamiento.

- ¿Perdón?

- Schoomaker, eres demasiado complicado para mí. Primero me odias, luego me besas, luego pasas de mi, luego me vuelves a besar, acordamos olvidar lo del beso, y ahora de repente te vuelvo a interesar.

- ¿Por qué intentas buscarle una explicación a todo?

- Necesito una explicación para todo. Tú rompes mis esquemas. Por eso no sales de mi cabeza. Y por eso intento olvidarte.

- ¿Por qué quieres intentar olvidarme?

- No eres lo que quiero para mí.

- ¿Y eso por qué? ¿No te gusto?

- Me gustas, pero yo no busco lo mismo que tú buscas.

- ¿Quién dice que buscamos cosas diferentes?

- Tu comportamiento. Eres demasiado rompecorazones como para que me enamore de ti. Quieres a una chica diferente cada día. Y yo necesito algo más que un rollo de una noche.

- ¿No te das cuenta de que eres demasiado joven como para comprometerte con alguien y no dejarlo en tu vida?

- Lo sé. Pero si no pruebo a estar con esa persona un tiempo, no sabré si quiero pasar el resto de mi vida con él.

- ¿Y por qué no puedes intentarlo conmigo?

- Créeme, no lo intentaría contigo aunque tuviera mil razones para hacerlo.

- Así que mil razones…

- Schoomaker, era una manera de hablar.

- ¿A que encuentro mil razones para que estés conmigo?

- Si las encuentras, cosa que dudo, saldré contigo.

- Trato hecho. – dijo estrechando nuestras manos.

Tras una breve pausa, Schoomaker me guió de nuevo a la sala, donde me llevó al medio de la pista de baile. Sonaba “Only girl”, de Rihanna, canción que me hacía perder la cabeza completamente. La mezcla de bailar con Schoomaker y esa canción había hecho que me olvidara del idiota de White completamente, desterrándolo de mi mente a él y a sus manías y estupideces.

Con lo que no podía contar, en ese momento, era que White aparecería para interrumpir mi baile con Schoomaker.

- Lena, ¿qué haces con él?

Antes de que me dignara a contestarle, Schoomaker habló.

- Creo que es evidente White. ¿O tu limitada mente no lo comprende?

- Schoomaker, esto es entre mi novia y yo.

- ¿De verdad te consideras su novio? Lena aspira a algo más.

- Vete Schoomaker. No te lo repito más.

- ¿O qué? ¿Vas a pegarme?

- Soy un caballero, a diferencia de ti.

- Tú lo que eres es un cobarde.

Con lo que Schoomaker no contaba en ese momento era con que Mark White, utilizando el poco valor que poseía, se atreviera a pegarle un puñetazo en pleno rostro.

Y, como no, empezaron a pelearse. Schoomaker le pegó un puñetazo en el estómago, y Mark se encogió sobre sí mismo unos segundos, antes de responderle con otro golpe. Vi de refilón a Johnny, que se metía en el medio para intentar separarlos, pero recibió un puñetazo de White que iba dirigido a Chris. Johnny le pegó un puñetazo en la nariz, el amigo de White le pegó a Schoomaker, y entonces fue cuando Charlie y yo nos metimos en medio para intentar separar a los cuatro chicos, con la ayuda de Jerry y Kevin.

La profesora Linton, como siempre que ocurría algo, hizo su aparición junto con un hombre altísimo, de pelo castaño oscuro con melena corta y descuidada, disfrazado de pirata, con aro de oro incluido. No habría adivinado quién era de no ser porque tenía los mismos ojos verdeazulados de Kevin.

- Pero, ¡¿a ustedes les parece normal pelearse en el medio de un baile?! ¡¿No están siendo educados para ser unos auténticos caballeros?!

- Margaret, de esto de encargo yo. Por favor, acompañadme a mi despacho. Todos.

Las palabras con las que habló Abraham Rumsfeld fueron serias, y su tono no admitía ninguna réplica. Como corderos siguiendo a un pastor, Schoomaker, Kevin, Johnny, Jerry, Mark, el amigo idiota de Mark, Charlie y yo seguimos al director a su despacho, que estaba en el segundo piso del edificio principal, no demasiado lejos de la biblioteca, donde, por la cercanía de exámenes y acumulación de trabajo, estaba pasando demasiadas horas últimamente.

El despacho, decorado en tonos grises, daba un aspecto de despacho de ejecutivo. Una gran mesa de madera oscura, un sillón de ejecutivo, láminas de paisajes de diversos lugares del mundo, libros y más libros, y, en un rincón de la mesa, una foto de un Kevin de 6 años junto con una mujer morena que supuse que sería su madre. El señor Rumsfeld se sentó en su sillón, dejando las sillas que quedaban enfrente de su mesa para Charlie y para mí, y dejando al resto del grupo de pie. Vale, la imagen que dábamos no era la de la seriedad personificada. Sobre todo por nuestros disfraces.

- Bien, ¿alguien puede explicarme quién empezó?

- Fui yo, señor. – admitió White bajando la mirada.

- ¿Se dedica al boxeo en su tiempo libre, señor White?

- No señor, pero Schoomaker me provocó.

- ¿Es eso cierto, señor Schoomaker?

- Si provocar significa bailar con la señorita Williams…

La cara que puso Abraham Rumsfeld en ese momento fue épica.

- ¿Me está diciendo, señor Schoomaker, que todo esto lo provocó la señorita Williams?

- Pues sí – contestaron White y Schoomaker a la vez.

- Ahora resulta que yo soy la provocadora. – bufé, provocando una risilla del director.

- Pongámonos serios. Resulta que la señorita Williams, además de provocar peleas de comida… – comenzó el director.

- Eso fue Schoomaker – dije yo, interrumpiéndole.

- Quien fuera. Lo importante es el hecho. Pero en este caso, importa quién empezó.

- Señor Rumsfeld, Schoomaker y yo estábamos bailando…

- Eso quedó claro, Lena.

- Kevin, si tu padre no estuviera delante en estos momentos, te habría dado una bofetada.

- Por mí puedes hacerlo – añadió el director. – En esta ocasión se la merece.

Haciendo caso al señor Rumsfeld, le di una colleja a Kevin, que se quedó frotando su nuca y mirándome mal.

- Continuo. Pues, mientras bailábamos, Mark se nos acercó, y le dijo a Christopher que se fuera, y como él no lo hizo, Mark le pegó. Se empezaron a pelear, John se metió en medio para separarlos, Mark le dio, se metió en la pelea…

- Tom, me llamo Tom.

- Pues Tom le pegó a Christopher, y Charlotte, Kevin y yo nos metimos en medio para separar a los cuatro.

- Bien, ¿alguien más tiene algo que añadir?

Callamos todos en señal de que no.

- Bien, lo primero que voy a hacer es convocar una reunión con vuestros padres…

- ¿Con todos? – preguntó Charlie.

- Con todos. Y lo segundo, cada uno recibirá su castigo, excepto los que no han estado pegándose como animales.

- Eso no es justo – replicó White.

- Cállate idiota. – le grité, ganándome un silbido de admiración por parte de Schoomaker.

- Y ahora podéis iros. Os recomiendo no volver a la fiesta, no vaya a ser que lo de las peleas en las fiestas empiece a ser algo habitual. Buenas noches.

Salimos del despacho del señor Rumsfeld y cada uno se fue en una dirección, hasta que nos quedamos solos Mark y yo.

- Podrías haberme defendido. Al fin y al cabo, soy tu novio.

- Creo que lo de ex novio te queda mejor.

- ¿Me estás dejando?

En serio, ¿podía alguien ser más idiota que él?

- Por si no te había quedado claro ahí dentro, sí, te estoy dejando, porque eres un estúpido y un celoso, y ya estaba harta de ti.

- ¿Es por Schoomaker?

- ¡Claro que no! Es por ti. En serio, tarde o temprano esto habría acabado.

- Siento que esto haya acabado así. – dijo él, largándose de la puerta del despacho.

Y me quedé sola allí, por lo que caminé en dirección a la biblioteca, el camino contrario al de Mark, porque allí iba a estar tranquila, cosa que realmente necesitaba.

La biblioteca, oscura y silenciosa, me pareció en ese momento el lugar más tranquilo del mundo. Caminé a tientas, iluminada sólo por la luz de las estrellas que entraba por los ventanales. Sin saber muy bien hacia donde iba, acabé subiendo al segundo piso, a la zona más deshabitada de allí.

Me senté en las frías baldosas del suelo, apoyando mi espalda en una colección de libros de esoterismo. Miré al frente, y tenía un par de libros de espectros y apariciones, seguidos de una guía sobre cómo contactar con los espíritus. Vale, no podía haber elegido un lugar más siniestro para estar en la biblioteca.

De repente, oí unos pasos que se encaminaban a mi dirección. No sé si eran reales o eran producto de mi imaginación, ya que me estaba formando paranoias. Me levanté y cogí el primer libro gordo que tenía a mano, que resultó ser una guía de interpretación de sueños. Y al ver una sombra, no se me ocurrió otra cosa que tirarle el libro.

- ¡¡¡¡Ah!!! ¡Williams, eres una auténtica bruta!

- ¡Mierda! Schoomaker, lo siento, lo siento, lo siento… No pretendía tirártelo.

- ¡¿Qué no pretendías tirármelo?! ¡Me has dado en toda la cabeza!

- ¡Me asustaste! Estaba muy oscuro, y esta sección me da escalofríos.

- Lena, sólo a ti se te ocurre venir a la sección esotérica de la biblioteca. ¿Por qué no fuiste a la de economía? ¿O a la de geografía? No, la señorita tuvo que venir a la más rara.

- Perdona, pero yo no sabía que esta era la sección esotérica. La vi muy tranquila y vine a sentarme aquí.

- Normal que esté tan tranquila. Estos libros dan mal rollo. “Cómo contactar con los espíritus”, “La magia de las tribus indígenas americanas”, “Guía de interpretación de sueños”, “Los muertos no están muertos”…

Nos sentamos el uno junto al otro en donde estaba yo antes.

- Vale, la próxima vez me iré a la sección de geografía. Pero ahora me da pereza irme de aquí. Se está demasiado tranquilo.

- Entonces nos quedamos aquí.

- ¿Quedamos? ¿Por qué te incluyes?

- Evidentemente, no voy a dejarte sola con todo esto. Puede que te ataquen los espíritus mientras yo no estoy.

- ¡No digas eso! ¿No ves que hoy es Halloween? Se supone que esta noche es cuando los muertos están más cerca del mundo de los vivos.

- ¿En serio crees en esas cosas?

- ¿Tú no?

- Claro que no.

- ¿No acabas de decir que puede que venga un espíritu a atacarme?

- Williams, era una broma.

- Pero yo sí creo en estas cosas.

- Si quieres te abrazo para alejar a los malos espíritus.

- Tú lo que eres es un aprovechado.

- Pues no te abrazo.

- ¡Te he dicho que me abraces!

- Williams, últimamente estás descuidando tus modales mucho.

- Christopher Schoomaker, abrázame, por favor.

Christopher pasó su brazo por mi cintura, y el otro por delante, y me abrazó con delicadeza, dejándome apoyar mi cabeza en su hombro, al mismo tiempo que olía su perfume, un olor que no sabía identificar, pero que me encantaba.

- ¿Qué crees que va a pasar? – le pregunté.

- No creo que el castigo sea demasiado duro. Los más perjudicados vamos a ser White y yo.

- No quiero que te castiguen.

- ¿Y a tu novio sí?

- Ya no es mi novio.

- Eso es nuevo.

- Era idiota. No debería haber hecho lo que hizo hoy.

- Si no lo hubiera hecho, tú y yo no estaríamos hoy aquí

Me quedé callada, como afirmando sus palabras.

- ¿Qué va a pasar ahora? – preguntó él, cortando el silencio.

- Tú y yo no podemos estar juntos.

- Somos demasiado diferentes, pero podría funcionar.

- No lo creo. Como tú has dicho, somos demasiado diferentes.

- Entonces…

- Vamos a seguir como hasta ahora.

- ¿Los besos están incluidos?

- Los besos no se incluyen.

- Venga…

- No discutas Christopher. Tienes novia.

- Como si eso importara.

- A mí me importa. Además, hasta que no encuentres mil razones para que esté contigo, no saldremos juntos.

- Te juro que encontraré mil razones, y entonces saldrás conmigo.

- Lo dudo mucho Schoomaker, lo dudo mucho.

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