Sesenta
segundos
¿Conocéis esa sensación, cuando el tiempo pasa muy rápido e
intentas atraparlo entre tus dedos, intentando retener ese instante un poco
más? Pues yo me siento así.
Sin darme casi cuenta, habían pasado nueve meses desde que
había llegado a St. Peter’s College. Nueve meses en los que había pasado de
todo. Nueve meses que nunca olvidaría. Nueve meses que habían pasado como
sesenta segundos.
Pero no sólo pasaba con este curso. En otros años, con la
llegada del mes de junio, llegaban los exámenes finales, mi cumpleaños y el
final de curso. Final de curso que para mí consistía en una gran fiesta con mis
antiguos compañeros de St. Jude, y días después marcharme a pasar el verano en
California.
Sin embargo, este año me siento nostálgica. No sé si es
porque se termina un año memorable, por ser mi último año en la escuela, o
porque definitivamente me estoy convirtiendo en una adulta.
Los días previos a la graduación habían pasado como un
suspiro. Las clases ya habían terminado para los del último curso, por lo que
nos pasábamos todo el día tomando el sol en los jardines del internado. Sin
embargo, los días que en apariencia parecían tranquilos habían estado cargados
de emociones: firmas en los anuarios, fotografías con los profesores, abrazos
de despedida, menú especial en el comedor… La culminación de esa semana sería
el baile de fin de curso y, por último, la graduación.
Esos días también habían servido como reconciliación. Jill
había sido aceptada de nuevo en la
sociedad estudiantil, aunque con algunas reservas por parte de algún sector
concreto del internado, como la pandilla de seguidoras de Blondie Fox. Jill le
había pedido perdón a Blondie Fox, que se lo concedió de mala gana, aunque al
final acabó admitiendo que le encantaba sentirse el centro del mundo.
Con respecto a Christian, aunque él se mantuvo algo alejado
de Jill durante unos días, al final acabó perdonándola por todo lo que había
publicado acerca de él en el boletín de Fionna Catchpole. Además, Christian está
loco por Jill, por lo que el enfado no le habría durado mucho de todas maneras.
En mi pandilla hubo ciertas opiniones contradictorias. Johnny,
Charlie, Kevin y Penny estaban a favor de perdonarla. Nat y Jerry tenían sus
recelos, al igual que Chris. Mis amigos dijeron que la decisión dependía de
Chris y de mí. Yo por mi parte la había perdonado, y al final Chris también lo
hizo.
Y por fin llegó el día del baile.
Creo que existen tres días muy estresantes para cualquier
chica: su primer beso, el día de su boda y el día del baile de graduación. Y
como puede imaginarse, nuestra habitación es un completo caos. Ninguna encuentra
nada de lo que tenía pensado utilizar, y el pánico reina en la habitación. Ninguna
de las cuatro está maquillada, peinada o vestida. Pero lo peor no es eso. Lo peor
es que quedan cuarenta minutos para reunirnos con los chicos.
-
¡HELENA
WILLIAMS! ¿DÓNDE HAS METIDO MIS MANOLOS?
-
Cálmate
Nat, tus Manolos están debajo de tu cama. Donde han estado desde hace tres
días. – le recuerdo mientras yo misma busco mis zapatos en mi armario.
Nat se agacha para ver si lo que le había dicho era cierto, y
sonríe cuando localiza sus tacones.
-
¿Sabías
que te adoro y que en un futuro te contrataré para que seas mi asistente
personal?
-
Lo
sé, lo sé. – añado. Y de repente oímos un grito procedente del cuarto de baño –
Venga, acompáñame al baño, vamos a ayudar a estas dos.
La que grita es Charlie, cómo no. Y está gritándole a Penny.
-
¡Dijiste
que querías sombras oscuras! – dice Penny con un hilo de voz.
-
¡Penny,
te dije sombras oscuras, no que pareciese una maldita vampiresa! – le vuelve a
gritar Charlie.
-
¡Las
sombras oscuras son así idiota!
-
Calma,
calma chicas – digo intentando mediar entre ellas.
-
¡PAREZCO
UNA MALDITA VAMPIRA! – me grita Charlie.
-
Pero
puede solucionarse – dice Penny intentando calmarla.
La mirada de odio que Charlie le dedica no tiene precio.
-
Charlie,
bórrate eso, ya te maquillo yo. Penny, a ti ya te maquilla Lena. – empieza a
ordenar Nat, por lo que todas nos ponemos a la tarea.
Nat comienza a desmaquillar a Charlie, para después volver a
comenzar el proceso. Yo por mi parte empiezo a maquillar a Penny en tonos
suaves, ya que su vestido era rosa. A los diez minutos, tanto Nat como yo ya hemos
acabado, así que nos toca maquillarnos a nosotras.
La parte del peinado es menos complicada y pasa de forma más
tranquila. Nat, siguiendo el consejo de Mary, lleva un moño trenzado obra de
Penny, a la que se le da mucho mejor peinar que maquillar; Charlie había decido
recogerse el pelo en un moño bajo despeinado, que le queda de maravilla; Penny
se había recogido el pelo con un semirrecogido, que aguantó con una hebilla de
piedras rosas; y por último, yo me había hecho un moño para dejar a la vista la
impresionante espalda de mi vestido.
Cuando terminamos, saco mi cámara y disparo a Nat, que me
mira de forma sorprendida.
-
¿Fotos?
¿Ahora?
-
¿Por
qué no? – le respondo disparando de nuevo.
Las chicas empiezan a posar y a poner morritos, mientras que
yo sigo disparando sin parar. Luego Charlie me coge la cámara y empieza a sacarme
fotos como una loca. La mini sesión de
fotos se ve interrumpida con la melodía de mi móvil. No me hace falta mirar la
pantalla para saber quién es.
-
Williams
al habla.
-
Lena,
deja la cámara y venid al vestíbulo. Quedan diez minutos para que empiece el
baile.
-
¿Cómo
sabías que estaría haciendo fotos?
-
Cariño,
eres demasiado predecible en las fiestas. Date prisa.
-
Ya
voy, ya voy. Pero no irás a desaparecer en el último momento, ¿verdad?
-
Claro
que no. Te espero en las escaleras.
Y cuelga. Chris me conoce muy bien. Definitivamente, me conoce
demasiado bien.
-
Chicas,
nos vamos.
-
¡Pues
en marcha! – exclama Charlie.
Salimos de la habitación, pero no somos de las últimas.
Muchas chicas se marchan en este momento, así que no me siento tan mal por
llegar casi tarde.
La puerta del vestíbulo ya está abierta, y al atravesarla, me
sorprende la cantidad de gente que ya hay allí. Miro hacia la escalinata, y
allí, al pie de ella, están los chicos. Sonrío al verlos. Los cuatro van de
esmoquin, Kevin de negro, Johnny de azul oscuro, Jerry de verde esmeralda y
Chris de gris perla, con las pajaritas a juego.
Chris está guapísimo. Y tremendamente sexy con el esmoquin.
Qué suerte tengo. Tengo un novio guapísimo y maravilloso. Chris se acerca a mí,
mirándome de arriba abajo, sonriendo. Cuando estamos frente a frente, me doy
cuenta de que con tacones sólo soy unos pocos centímetros más baja que él.
-
¿Alguien
te ha dicho hoy que estás preciosa?
-
¿Sólo
hoy? – le contesto coqueta.
-
Hoy
y siempre. – responde besándome los nudillos.
-
Podríamos
decir lo mismo de ti Schoomaker.
-
El
más guapo hoy soy yo claramente. – dice Jerry interrumpiendo nuestra
conversación. – Parejita, tenemos que entrar.
-
Espera
Jerry – le contesta Chris sacando del bolsillo de su pantalón una caja.
-
Nosotros
vamos entrando – añade Jerry despidiéndose.
-
¿Qué
tienes ahí? – le pregunto con curiosidad.
-
Un
pequeño detalle para ti.
Chris abre la caja sacando un adorno floral a juego con el
que llevaba prendido de la chaqueta. Peonías, mis favoritas.
-
Me
había olvidado por completo. – confieso mientras me lo coloca en la muñeca.
-
Suerte
que yo no. – dice tras un beso rápido mientras me tiende un brazo. – ¿Entramos
señorita Williams?
-
De
acuerdo señor Schoomaker. – respondo agarrándome a él.
Y entramos en el comedor. La primera parte del baile es la
cena, que se celebra en el comedor, y la segunda parte, el baile en sí, se
celebra en el salón de baile. Miro el mapa de mesas, a ver cuál nos habían
asignado. Tras encontrarla, vamos hacia allí, donde ya nos espera el resto de
la pandilla.
-
Al
fin llegáis, me muero de hambre – dice Johnny.
-
Tú
y todos – completa Kevin.
-
Sois
un par de viejos cascarrabias – respondo mientras me acomodo en mi sitio. – Así
no llegaréis a los cuarenta.
-
Me
encantaría verte a los cuarenta. Serás una “señora de” ricachona inyectada en
botox. – contesta Johnny a mi réplica.
Le saco la lengua en respuesta. Mi querido hermanito resulta
irritante a veces.
-
Te
olvidas de que será la presidenta de la asociación de protección de algún bicho
en peligro de extinción de Australia. – añade Kevin.
El gemido de dolor por la colleja que le da Charlie no se hace
esperar.
-
De
todas maneras, querida hermanita, hoy tienes dieciocho años. Y debo decirte que
estás muy guapa. – me contesta Johnny.
-
De
hecho, está preciosa. – añade Chris. Qué pelota es cuando quiere.
-
Pelota
– le dice Jerry tirándole un panecillo.
-
Dominado
– bromea Kev tirándole otro.
Chris les tira panecillos a los dos, empezando una pequeña
guerra de comida.
-
Chicos…
¿De verdad vais a empezar una guerra de comida en el baile de graduación? –
empieza a reprenderles Penny.
-
Ya
paramos Penny – le contesta Kevin dejando el panecillo en su plato.
Los chicos ahogan una risa, a lo que yo también me rio.
-
Y
eso que yo era el dominado… – dice Chris por lo bajo.
Todos nos empezamos a reír, excepto Kev y Penny, que nos
miran mal, por lo que aún seguimos riéndonos más.
A los pocos minutos llegan los últimos ocupantes de nuestra
mesa, Christian Valley y Jill Blackstone. Ella va con un vestido verde
esmeralda muy parecido al que llevaba Keira Knightley en “Expiación” y un moño
bajo para que se le vea la espalda del vestido. Christian está muy guapo con el
esmoquin, pero no tanto como Chris.
-
¿Llegamos
demasiado tarde? – pregunta Jill acomodándose entre Christian y Penny.
-
No
demasiado – respondo mirando hacia la sala, todavía llenándose.
-
Menos
mal – dice ella con un suspiro de alivio. – Mi compañera de habitación
monopolizó el baño por completo, y no pude arreglarme hasta que ella salió.
-
Algo
similar pasó en nuestra habitación – contesto con una sonrisa, mientras noto
cómo Penny y Charlie me miran mal.
-
Mujeres
– contesta Christian, a lo que asienten todos los chicos.
La sala termina de llenarse por completo y empiezan a salir
camareros de la puerta de la cocina. El menú reposa encima de mi plato. Crema
de guisantes, filet mignon con salsa de queso y arándanos, pastel de pescado
con salsa de caviar, y de postre, tiramisú.
La cena transcurre entre risas. Me da pena pensar que ésta es
la última cena que vamos a pasar todos juntos en el internado. Pero hay que
disfrutarla al máximo.
Tras la cena, nos vamos de allí y nos dirigimos al salón de
baile. Antes de entrar, hay una especie de cola para sacarse la típica foto de
graduación en el photocall. Vamos hacia allí y uno por uno nos sacamos la foto
con nuestra pareja. Cuando llega nuestro turno, Chris me abraza y ambos
sonreímos a la cámara. Después, el fotógrafo que usa la polaroid nos tiende la
fotografía y Chris se la guarda en el bolsillo de la chaqueta del esmoquin. Y
por fin, entramos en el baile.
Ya es la segunda vez que íbamos allí, la primera vez había
sido por la fiesta de Halloween. Pero, a diferencia de la fiesta de octubre, el
salón está decorado de una manera completamente distinta. Los estudiantes
junior se habían esmerado. Guirnaldas en color plateado colgaban de las paredes
junto con globos del mismo color, mientras que del techo colgaban miles de
adornos en forma de estrella. La luz tenue, la atmósfera de fiesta… Todo es
perfecto.
-
¿Bailas
conmigo, señorita Williams?
-
Por
supuesto, señor Schoomaker. – le sonrío.
Suena “I love it”, de Icona Pop. Todavía no es el turno de
las canciones románticas, así que Chris y yo saltamos y bailamos, riéndonos
como dos críos. Al poco se unen el resto a nosotros. Me encantaría atrapar este
instante de felicidad en el tiempo, y que durase siempre. Es un momento
perfecto.
Cuando la canción termina se para la música y sube Allie
Rumsfeld al escenario. Lleva un vestido sencillo para dar el protagonismo al
resto de las chicas de la sala. Da dos toquecitos al micrófono para hacerse
oír.
-
Buenas
noches chicos. Espero que lo estéis pasando bien. En estos momentos sigue
abierta la votación para los reyes del baile, así que si aún no habéis votado,
hacedlo antes de las once. A medianoche se anunciará el resultado de la
votación y los ganadores harán el baile de honor. ¡Pasadlo bien!
La gente aplaude a Allie, que se marcha del escenario. Todos
seguimos bailando sin parar. En un momento de descanso, Chris me acompaña a la
barra donde sirven las bebidas. Supuestamente no podemos beber alcohol, pero
hoy están haciendo la vista gorda, sobre todo los camareros.
Chris me pasa mi vodka con lima y toma un sorbo del suyo.
-
¿A
quién has votado? – le pregunto tras un sorbo. – Y no me digas que has votado a
Blondie Fox y Brandon, o lo que es peor, a sus lacayas con sus respectivos
novios…
-
De
hecho, he votado a Nat y Jerry.
-
¿Nat
y Jerry? No sabía que se presentaban.
-
De
hecho, ni ellos lo saben. Les hemos presentado a candidatos sin que se enteren.
-
Eres
malo.
-
Para
nada. Estoy deseando ver a Jerry con una corona de plástico. Será memorable.
Niego divertida. Ver a Chris con esa expresión de niño
travieso me derrite.
-
¿Y
tú qué? ¿Has votado a Jill y Christian?
-
Les
he ahorrado la humillación. He votado, al igual que tú, a unos candidatos que
ni siquiera lo saben.
Chris alza una ceja y me mira expectante.
-
Sorpréndeme.
-
Charlie
y Johnny. Va a ser divertido ver a Charlie con una corona. Eso sí que va a ser
memorable. – Chris estalla en una carcajada, haciendo que yo también me ría.
-
Y
eso que yo soy el malo. ¿Qué me dices de ti?
-
Vamos
cariño, reconoce que va a ser genial. Imagínate la cara que pondrán como ganen.
-
Cierto.
Debería haber votado a Charlie. Aunque habría preferido votarte a ti…
-
Chris,
ya te dije que no quería ser reina. Ya lo fui en St. Jude y no quiero repetir
la experiencia. Odio ser el centro de atención.
-
Es
una pena. Me habría encantado empezar ese baile contigo.
-
Lo
bailaremos igualmente. Quiero bailar una lenta contigo. Una canción que sea más
romántica que “Love actually”.
-
O que “Will you still love me
tomorrow”.
-
Tanto
como esa. Pero lo importante es que quiero bailarla contigo. Todas las que nos
pongan por delante.
Brindo con Chris y nos terminamos la copa de un trago. Chris
me besa y me quita el vaso vacío de la mano, y me lleva de vuelta a la pista de
baile junto con el resto de la pandilla.
Sé que han pasado horas, pero han pasado como si fueran un
solo minuto. A medianoche, la música para y Allie sube al escenario con dos
sobres en la mano. Los agita en el medio de chillidos histéricos de las chicas.
-
Buenas
noches a todos. Como sabéis, ha llegado la hora. Después de haber contado los
votos, ya puede decirse que St. Peter College tiene un nuevo rey y una nueva
reina.
Los vítores y aplausos no se hacen esperar. Allie manda
callar mientras sonríe.
-
Y
bien, redoble de tambor. El rey del baile de este año es… – Allie rasga el
sobre y saca la tarjeta de su interior – ¡John Morrison!
Todos empezamos a aplaudir y Johnny enrojece. Chris me sonríe
divertido, y yo lo hago a su vez. Las chicas y yo animamos a Johnny coreando su
nombre a que suba al escenario. Él lo hace y, cuando llega, Allie Rumsfeld le
coloca una corona de plástico amarilla sobre la cabeza. Seguimos aplaudiendo
hasta que Allie nos manda callar a todos.
-
Y
ahora, el momento que todas estabais esperando. El momento de elegir a la reina
del baile. Por un ajustado margen, la reina del baile de este año es…
¡Charlotte Hilton!
Charlie empalidece y nosotras coreamos su nombre para que
vaya junto a Johnny. Ella nos dedica una mirada de odio antes de dirigirse al
escenario, donde Johnny la espera con una sonrisa radiante. La corona que Allie
le coloca en la cabeza a Charlie parece de princesa de cuento, y cuando lo
hace, Charlie sonríe.
Seguimos aplaudiendo hasta que empiezan a sonar los primeros
acordes de “Take my breath away”. Johnny guía a Charlie al centro de la pista y
empiezan a bailar pegados, muy lentamente. A los pocos segundos, empiezan a
unírseles parejas. Noto como Chris tira de mí para que vayamos a bailar.
Al llegar a la pista, coloco los
brazos alrededor de su cuello, y él hace lo propio colocándolos en mi cintura.
Empezamos a movernos al ritmo de la música, perdidos en nuestra propia
ensoñación.
-
Quisiera
recordar esto siempre. – le digo a Chris al oído.
-
Y
yo. Tú y yo bailando en nuestro baile de fin de curso. Esto es algo que no se
me olvidará fácilmente…
-
Te
quiero, ¿lo sabes?
-
Lo
sé, y yo también te quiero.
La canción acaba, y bailamos unas
cuantas más hasta que saco a Chris de la pista de baile. Se me ha ocurrido una idea.
-
¿No
quieres seguir bailando? – me pregunta extrañado.
-
Creo
que ya hemos bailado bastante por hoy. Además, me apetece dar un paseo contigo
por ahí.
Nos escabullimos del baile y salimos
al hall. La luz es tenue, y hay varias parejas haciéndose arrumacos en la
escalinata. Chris me guía hacia el exterior y nos quedamos solos fuera.
-
Chris,
¿hay alguna manera de subir a la biblioteca sin que nos vean?
-
¿A
la biblioteca? ¿Por qué quieres ir a la biblioteca?
-
Tú
hazme caso y vamos a la biblioteca. Pero no quiero que nos vean.
-
De
acuerdo, de acuerdo. Podemos usar las de emergencia que hay en la parte
trasera, así no nos verán.
Vamos caminando de la mano hacia la
parte de atrás en silencio, pero no es un silencio incómodo. Es un silencio de
expectación.
-
Me
pregunto qué estarás planeando.
-
Lo
sabrás en cuanto lleguemos allí. No seas impaciente. – le riño.
Empezamos a subir por la estrecha
escalerilla. Yo voy delante sujetándome los bajos del vestido, y Chris me ayuda
con la parte de atrás. Llegamos al segundo piso y empujamos la puerta con
fuerza. Entramos en el silencioso pasillo y nos dirigimos a la puerta de la
biblioteca.
-
Está
cerrada con llave – comento mientras intento abrirla.
-
Nena,
ya sabes que eso no es un problema.
Lo miro extrañada alzando una ceja.
-
Por
si no lo recuerdas, la primera vez que te besé fue cuando nos colamos en la
habitación de la Linton para robar un examen.
-
¡Ah!
– exclamo cuando me doy cuenta de a lo que se refiere. Le tiendo una horquilla
para que fuerce la cerradura. Chris forcejea con la puerta unos instantes y se
abre sola.
-
¡Tachán!
– grita divertido. Aplaudo y río a la vez.
Chris tira de mí hacia dentro y
cierra la puerta a su paso. Vamos caminando lentamente hacia la parte de
arriba.
-
Y
ahora, ¿vas a contarme lo que planeas?
-
Cuando
estábamos bailando, me acordé de un tópico sobre los bailes de fin de curso… –
Chris alza una ceja y continúo. – Las chicas suelen perder la virginidad el día
del baile.
-
Pero
ese no es tu caso.
-
Imagínate
que es así.
Chris me sonríe seductoramente, y se
acerca más a mí, pero yo sigo hablando:
-
Pero
me acordé de que ninguno de los dos iba a tener la habitación libre esta noche…
Y como no podemos volver hasta las cinco a nuestras habitaciones, pensé en
esto.
-
¿Te
parece un buen sitio?
-
Es
perfecto. ¿Has leído “Expiación”? – le pregunto mientras me arrincona contra
una de las estanterías.
-
He
visto la peli. – dice mientras me empieza a besar el cuello.
-
Pues
acuérdate de la escena de la biblioteca. Porque eso es exactamente lo que
quiero hacer contigo – le digo antes de besarle yo.
Chris me besa lentamente mientras
recorro con los dedos el camino que va desde su cuello hasta el nacimiento del
pelo. Gime cuando tiro suavemente de él. Bajo las manos hasta encontrar la
chaqueta de su esmoquin, que él me ayuda a desabrochar. Empiezo a desabrocharle
uno por uno los botones de la camisa, para quitársela finalmente.
-
Creo
que te sobra demasiada ropa ahora mismo. – le digo con tono coqueto.
Chris sonríe y acaricia mi muslo en
la parte que deja al aire el vestido, y me va subiendo la falda lentamente. Empezamos
a respirar más rápido.
-
Creo
que a ti también te sobra ropa, nena.
Chris llega en ese momento al vértice
de mis muslos y lo acaricia por encima de la tela lentamente, haciendo
círculos. Siento como si fuera a morirme del placer de este momento. Chris me
quita la ropa interior con cuidado, besando mi pierna mientras baja, y la deja
caer al suelo.
-
Creo
que esto tampoco te hace falta.
Me gira y empieza a besar mi espalda
desde la nuca hasta donde empieza la tela del vestido, mientras sigue
acariciando mi entrepierna. Baja la cremallera del vestido, que cae a mis pies.
Chris sonríe cuando ve que no llevo sujetador.
-
Interesante
elección – dice antes de acariciar mis pezones y tirar suavemente de ellos.
Me besa mientras sigue con su tarea
de acariciarme los pechos, y yo sigo gimiendo de placer. Él insiste e introduce
un dedo dentro de mí. Gimo aún más, mientras él sigue con su ritmo implacable.
Llego al orgasmo mientras nos besamos. Mi respiración se va calmando mientras
él sonríe complacido.
-
Cariño,
veo que aún sigues vestido – le digo cuando consigo calmarme del todo.
Chris sonríe y yo dirijo las manos
hacia su cinturón y se lo quito. Noto la dureza de su entrepierna por debajo de
la tela de los pantalones. Chris se apresura a quitarse los pantalones,
haciendo lo mismo con los slips.
-
Deberíamos
solucionar esto – le digo mientras empiezo a acariciarle y a darle placer con
la mano.
Chris gime mientras sigo con mi
tarea. Su erección crece hasta un punto que me sorprendo.
-
Nena,
si sigues así, esto va a acabar mucho antes de lo queremos.
-
¿Y
si quiero que sea así? – le digo con una sonrisa coqueta.
-
Aún
queda la mejor parte. – dice apartando mi mano con delicadeza y besándome.
Me sigue besando cuando noto como
entra en mí, y yo arqueo la espalda al sentirlo.
-
¿Te
gusta así? – pregunta entrando más hondo aún.
Jadeo como respuesta. Lo acerco aún
más a mí para que siga.
-
Chris
– jadeo.
-
Lena
– me responde él, excitado.
-
Te
amo.
Me besa y empezamos a movernos
lentamente, sintiendo cómo se me clavan los lomos de los libros en la espalda.
Voy haciendo círculos con la cadera mientras él gime.
-
Me
vuelves loco. Dios Lena, me vuelves completamente loco.
Le muerdo el lóbulo de la oreja y
después le beso. Primero lento, pero después el beso se vuelve más pasional,
más profundo. Somos puro fuego ahora mismo.
Poco a poco, Chris va aumentando el
ritmo de las embestidas, haciendo que ambos lo disfrutemos más, hasta que en un
momento siento que llegamos al final.
-
¡Chris!
– grito mientras los dos llegamos al orgasmo juntos.
Pasan unos instantes, mientras ambos
vamos recuperando el aliento.
-
Eso…
ha sido… – intento decir, pero no puedo.
-
Increíble
– termina él la frase por mí.
Sonreímos como dos críos y empezamos a reír.
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