jueves, 16 de enero de 2014

G.2: El jefe diabólico

Lena P.O.V
Después de llevar a Joey al zoo, los cuatro volvemos a mi casa para cenar. Como me imaginaba, Derek nos espera sentado en el sofá. No ha cambiado nada en estos cuatro años. Aunque ahora es algo más responsable, sigue siendo un rompecorazones sin novia fija ni intenciones de tenerla.
-          Llegáis tarde. – dice él señalando el Rolex que lleva en la muñeca.
-          Joey quería sacarse una foto con los loros. – le contesta Kevin sentándose a su lado en el sofá.
-          ¿Loros? – pregunta Dek extrañado.
-          Sí – le contesta Joey con su voz de pito. – Lena me dijo que me llevaría al zoo si no contaba nada del hospital.
Joey se da cuenta de lo que acaba de decir y se tapa la boca con ambas manos. Pero Derek lo ha oído todo.
-          Lena, creo que tienes que contarme algo. – dice él con voz divertida. Mierda, aun encima le hace gracia.
-          Dejémoslo en que Joey se tragó el anillo de compromiso de Charlie.
Derek nos mira sorprendido a los tres y, tras el asentimiento de Chris y Kev, empieza a reírse muchísimo, tanto que empieza a llorar de la risa. Los tres lo miramos con mala cara, esperando a que pare de reírse. Derek se seca las lágrimas y se calma. Coge a Joey y lo sienta en su regazo.
-          DiMaggio, cada día te superas más. Choca esas cinco – dice poniendo la mano delante de él para que la choque.
Joey lo hace y Derek sonríe satisfecho.
-          Venga, vamos a cenar, que el tío Al ya está en el comedor.
Los cinco nos vamos al comedor, donde nos espera mi padre mientras lee el periódico con la tranquilidad que lo caracteriza.
Para tener sesenta y cuatro años, mi padre todavía se conserva bastante bien. Su pelo, antes rubio, ahora es casi blanco, pero según Greta, eso le da un aspecto interesante. Todavía sigue trabajando, pese a que mis tías Abbie y Erin le sugieren retirarse para poder disfrutar un poco la vida, pero él hace oídos sordos.
Cuando mi padre nos ve, deja el periódico en el aparador y sonríe:
-          Buenas noches a todos. ¿Habéis tenido un buen día?
-          Podría haber ido mejor – comento sentándome a su lado. Él me mira con curiosidad – Mejor no preguntes.
Mi padre mira a Derek con cara de interrogación, pero éste solo niega en silencio y riéndose.
-          Bien, de acuerdo. Y tú Christopher, ¿cuándo has llegado? – pregunta para cambiar de tema.
-          Esta mañana señor. Tuve que ir a un par de reuniones antes de venir aquí por la tarde. – le contesta él sentándose a mi lado.
-          Entonces, ¿te mudas aquí definitivamente? – pregunta Derek con una mueca de desagrado.
-          Definitivamente – dice mientras me sonríe y me aprieta la mano con cariño por debajo de la mesa.
Derek suspira en alto y yo me río. En cuatro años no ha conseguido terminar de tragar a Chris, pero lo acepta por mí. Espero que algún día se lleven bien y Derek deje de verlo como el pervertidor de su prima, como lo llama habitualmente.
Todavía no hemos hablado sobre sus planes, pero espero hacerlo después de la cena. Tenemos que hablar de demasiadas cosas.
-          ¿Y ya sabes en qué departamento te han asignado? – pregunta Kevin sirviéndome un poco de pastel de carne.  
-          Estoy en el de dirección, aunque bajo supervisión. Pero es temporal, hasta que coja el ritmo de la empresa.
-          A eso en Williams lo llamamos ser un becario – comenta Derek como si nada.
Lo miro mal y antes de contestarle, mi padre habla:
-          Derek, no seas grosero. Es normal que al principio esté bajo supervisión. Tú también lo estabas hace un año.
-          Pero ya no – comenta él con una sonrisa triunfal.
-          Puede que me lo piense mejor – le responde mi padre con tono de ironía.
Derek lo mira con miedo y nosotros empezamos a reírnos. Derek nos mira mal y empieza a comer en silencio.
-          Dime Kev, ¿cuándo empiezas a dar clase? – le pregunto cambiando de tema.
A Kevin lo han contratado en Foris School, una escuela pública de Manhattan, donde también trabaja Betty, la mujer de mi primo Ethan.
-          Empiezo la semana que viene. En principio es para hacer una sustitución en la clase de historia, pero me han comentado que si quedan contentos con mi trabajo, lo más probable es que me amplíen el contrato.
-          Eso es genial – comenta Chris. – Así puedes coger experiencia antes de enseñar en el internado.
-          En realidad voy a dar clase a niños de 12 años, así que no creo que sirva de mucho. Pero tengo muchas ganas de empezar. Y de buscar un apartamento.
-          Kev, sabes que puedes quedarte aquí el tiempo que quieras – le recuerdo con voz cariñosa.
-          Lo sé Lena, pero no quiero molestar. Lo que quiero es encontrar un apartamento decente y mudarme. Pero tampoco quiero mudarme al primero que vea. He estado viendo unos cuantos, pero todos mis compañeros de piso son raros.
-          ¿A qué te refieres con raros? – pregunta Derek interesado.
-          El último apartamento que vi estaba en Chinatown y los compañeros de piso eran universitarios de primer año.
-          Kev, eso no es tan malo. – comento.
-          Estaban en el medio de una fiesta. – sigue diciendo Kevin.
-          Bueno, eso respetable. Estaban en su casa – le dice Chris
-          Eran las nueve de la mañana. – termina de decir Kev.
Los cinco nos miramos entre nosotros aguantando la risa.
-          Vale, quizás ese no era el apartamento ideal. Pero todavía habrá alguno libre. – le dice Chris.
-          Y los compañeros de piso no son todos tan extraños. Bueno, los míos sí – empieza a quejarse Derek.
Otra vez con el tema de los compañeros de Derek. Dek antes vivía con Ethan, pero desde que Ethan se ha casado con Betty hace ya dos años y se mudase del apartamento que ambos compartían, Derek ha tenido veinticinco compañeros de piso diferentes. Ninguno le ha durado más de un mes. Eso se debe a que Derek pretende que sus compañeros de piso sean sus criadas y se encarguen de todo, cosa a la que se niegan pasado un tiempo. Por lo que no es raro que Derek busque compañero de piso de nuevo.
-          Derek, eres un vago y pretendes que tus compañeros sean tus criadas. Así no hay nadie que viva contigo.
-          No es que yo sea un vago. Es que ninguno cocina bien. Y yo no sé cocinar. Así que necesito un compañero que cocine medianamente bien y no sea un gilipollas.
-          Kevin cocina bien – suelta Chris de repente.
Nos quedamos todos en silencio y miramos a Kevin y a Derek intermitentemente.
-          Si no tienes nada en contra, podríamos probar a ser compañeros. – suelta Derek de repente.
-          No sé Dek.
-          Piénsalo. Yo necesito un cocinero que no sea gilipollas, cosa que tú no eres, y tú necesitas un apartamento. Es un trato justo.
Kevin se lo piensa durante unos instantes. Al final, sonríe y le tiende una mano a Derek.
-          Trato hecho. – y Derek le estrecha la mano.
No sé por qué, pero presiento que, por una vez, Derek va a tener un nuevo compañero de piso durante mucho tiempo.
***
Me detengo frente a las enormes puertas del cristal del edificio. Williams Tower se alza ante mí como el edificio moderno que es. La inauguración del último proyecto de mi padre fue el año pasado, y desde entonces, las oficinas de Williams Inc. se alojan en lo alto del rascacielos. Además, en el edificio se alojan las oficinas de otras empresas, aunque las de Williams Inc. ocupan la mayor parte de las plantas.
Suspiro antes de entrar. El vestíbulo del edificio es enorme, todo decorado en tonos grises y azules. Paso por la zona de control y le sonrío a Eugene, el encargado de la seguridad. Me abre y me dirijo a la zona de los ascensores. Pulso el botón del piso donde está Recursos Humanos y el ascensor se cierra.
Observo mi aspecto por última vez en el espejo del ascensor. Llevo una blusa de seda gris perla sin mangas, una falda gris de punto a juego y stilettos negros. La chaqueta de punto negra la llevo en la mano junto con el bolso. Estoy perfecta.
Las puertas del ascensor se abren y nada más entrar en la recepción de Williams Inc. veo la cara sonriente de Ethan. Me acerco hasta él y le doy un beso en la mejilla.
-          Hola Leni – me dice sonriente.
-          Ethan. – le sonrío.
En todos estos años, Ethan no ha cambiado en absoluto. Sigue siendo tan cordial, cariñoso, responsable y buena persona. La única diferencia entre el Ethan de hace cuatro años y el de ahora es que, además de estar trabajando en la sección administrativa en el puesto de director ejecutivo con tan sólo 25 años, está casado con Betty Fawkes y tienen una niña preciosa de solo un año, Juliet.
-          Pensé que estabas liado con el trabajo.
-          De hecho, lo estoy. Pero quería verte antes de tu entrevista con Maureen. Voy a llevarte hasta su despacho.
Vamos hasta el mostrador de recepción para avisar de mi llegada. Carmen Martínez, la recepcionista de 25 años de la empresa, empieza a hablar como una cotorra nada más verme.
-          ¡Helena Williams! – grita con su acento español tan marcado. – Chica, hace mucho que no venías por aquí.
-          He estado liada Carmen. Hace solo un mes que he vuelto a Nueva York desde los Hamptons.
-          Chica, ese novio tuyo… Christopher Schoomaker,  ¿verdad? – asiento y ella continúa hablando. – Ese galán te tiene secuestrada en los Hamptons. Y no me extraña, con los años estás más guapa, hija.
Sonrío y ella continúa con el monólogo.
-          Chica, no sé por qué te empeñas en trabajar pudiendo vivir sin hacer nada, que tú llegas sin problemas a fin de mes. Pero bueno, estoy contenta porque te voy a ver todos los días.
-          Carmen, Maureen está esperando a Lena – le recuerda Ethan divertido.
-          Ay mi rey, pero qué aburrido eres desde tu matrimonio. No me dejas ni seguir hablando con Helena. – contesta ella cogiendo el teléfono para marcar la extensión del despacho de Maureen – Maureen, guapa, Helena Williams está aquí. Te la mando al despacho.
Cuelga y nos sonríe.
-          Helenita, no creas que te has librado de mí. Esta semana prométeme que almorzaremos juntas. Tengo que contarte todos los cotilleos de la empresa para que te pongas al día.
-          De acuerdo Carmen. Te aviso estos días. – le digo despidiéndome junto a Ethan.
Carmen sigue siendo tan genial como siempre. A pesar de ser una cotilla, hablar como una cotorra y saber todo sobre la vida de los demás, es tremendamente eficiente y todo el mundo la adora.
Caminamos por toda la planta hasta llegar al despacho. Ethan se para en la puerta y me mira.
-          Si quieres, podemos almorzar con Derek. ¿Te parece bien?
-          Sí, por supuesto.
-          Pues voy a reservar una mesa en Luigi’s. Te veo después – sonríe, me aprieta el hombro para desearme suerte y se marcha.
Suspiro, toco con suavidad la puerta de Maureen y entro cuando grita “pasa”.
El despacho de Maureen está decorado en tonos blancos, siguiendo la línea minimalista del resto de la empresa. Maureen se acerca hasta mí y me tiende una mano, que estrecho al instante. Es más alta de lo que recordaba, y se conserva muy bien a pesar de haber cumplido ya los cincuenta años. Lleva un elegante traje chaqueta y el pelo recogido en un moño.
Si hay un adjetivo que describe a la perfección a Maureen Johnson es “observadora”. Esa cualidad fue la que la hizo ascender hasta el puesto máximo en la sección de personal tras dos meses de trabajo en Williams Inc. Maureen es famosa en la empresa por su capacidad de calar a la gente a la primera. Todas las personas que sobreviven a una entrevista con Maureen son las que verdaderamente valen para el puesto.
Maureen me indica con un gesto que me siente en la silla enfrente de su escritorio. En cuanto se sienta ella, abre un expediente y empieza a hojearlo con curiosidad.
-          Me han hablado mucho de ti, Helena.
-          Espero que lo que le hayan contado haya sido bueno. – respondo nerviosa.
-          Mejor de lo que esperaba, incluso. Cuando Albert Williams me entregó este expediente, no me mencionó de quién era hasta que lo terminé de leer. Quedé gratamente sorprendida. – dice dejando el expediente abierto sobre el escritorio – Tus calificaciones en Yale fueron de sobresaliente y tu trabajo de fin de carrera fue bastante bueno.
-          Simplemente, me gustaba lo que estudiaba. Por eso me esforcé tanto por intentar ser la mejor allí.
-          También hice una llamada a un par de profesores de tu facultad. Los dos hablaron maravillas sobre ti. Y entonces confirmé todo lo de tu expediente. Y bueno, además de todo lo que pone aquí, me gustaría saber algo más acerca de Helena Williams. No me fío demasiado de lo que escriben sobre ti en “Page Six” o en “Be Famous!”
-          Supongo que la prensa amarilla no es demasiado fiable.
-          Y he descubierto que usas un perfil privado en Facebook.
-          Así es. No creo que los detalles de mi vida privada le interesen demasiado a la gente. No me gusta hablar de eso, porque en cuanto hago alguna declaración o me sacan una fotografía saliendo de un restaurante con alguien que no sea mi novio, enseguida comienzan a especular. Y eso no me gusta. Prefiero pasar inadvertida.
-          Con tu posición resulta algo difícil, supongo.
-          Tampoco ayuda mucho que Christopher sea conocido. Pero prefiero no pensar demasiado en la prensa. No soy como decían en la prensa amarilla.
-          Helena, los medios quieren carne fresca, y es evidente que tú, al no dársela, les empiezas a resultar aburrida.
-          Supongo que será verdad – le contesto con una ligera sonrisa.
Maureen sonríe con comprensión y continúa hablando.
-          Y bien, cuéntame. ¿Qué hace Helena Williams en su tiempo libre?
-          Dibujo, leo, cuido de mi hermano, salgo con mis amigas o mi novio… Lo normal en una chica de 22 años.
-          Yo tengo una sobrina, y por cómo me dices, las veinteañeras sois copias unas de otras.
Río con su comentario.
-          Bueno, antes de terminar, tengo una duda, y me gustaría que la resolvieras.
-          Por supuesto – le contesto, aunque estoy algo intranquila.
-          ¿Cómo decidiste estudiar arquitectura sabiendo de antemano que heredarías Williams Inc. algún día? Dada tu posición, podrías haber hecho que otros se encargasen de dirigir la empresa en tu lugar.
Medito un poco la respuesta antes de contestarle.
-          Perdona por la franqueza de la pregunta, pero es curiosidad.
-          No, no pasa nada. Voy a contestarte con toda la sinceridad posible. – hago una pausa antes de continuar hablando – Simplemente, quiero ganarme el puesto. Creo que puedo ser una gran arquitecta, y puede que en un futuro dirija esta empresa, pero quiero estar preparada para ese momento, si es que ocurre. Ya hay demasiadas niñas de papá en Nueva York como para que yo también lo sea.
Maureen medita mis palabras y sonríe.
-          Bien, supongo que hemos terminado. – dice tendiéndome la mano. – Enhorabuena, eres la nueva arquitecta de Williams Inc.
Le estrecho la mano y sonrío. Oh sí. Lo he conseguido. Por un momento, me siento como si acabase de marcar un touchdown. O como Rocky cuando gana a Ivan Drago en Rocky IV. Vale, tengo que dejar de ver pelis de boxeo con Chris.
Firmo el contrato que me vincula a Williams Inc. durante un año, con opción a renovación pasado ese plazo. El sueldo no está nada mal, por lo que ya puedo permitirme un apartamento propio para mudarme con Chris.
-          Pues ahora que ya hemos arreglado el papeleo, me gustaría presentarte a tu jefa. Sígueme.
Nos dirigimos a los ascensores y subimos tres plantas hacia arriba. Williams Inc. ocupa las últimas cinco plantas del rascacielos. La empresa se compone de tres secciones separadas, pero dependientes entre sí. La primera sección es en la que voy a trabajar, la de arquitectura. De la sección salen los futuros proyectos, tanto de rascacielos como de casas unifamiliares. La segunda sección es la de construcción. Ellos se encargan de levantar los edificios y revisar los detalles técnicos. Por último, está la sección administrativa, que se encarga de todos los asuntos legales de la empresa, y además de la venta de aquellos edificios o urbanizaciones de viviendas que construye la empresa.
En la primera de las cinco plantas se encuentra la recepción, la sección administrativa, el departamento de recursos humanos y los despachos de Ethan y el tío Ed, abogado principal de Williams Inc.
En la segunda está la sección de construcción, donde trabajan los ingenieros de la empresa. En la tercera está la cafetería y comedor para los empleados. En la cuarta, la sección de arquitectura, y en la última, el despacho de mi padre, las salas de reuniones y un pequeño apartamento que tiene para cuando el trabajo le retiene hasta muy tarde en la empresa.
Las puertas del ascensor se abren dando paso a la sección de arquitectura. La estancia tiene las paredes justas, porque al diseñar la planta, mi padre quería hacer el espacio abierto y que estuviese lleno de luz, que proporcionaban las paredes exteriores de cristal.
Maureen y yo nos dirigimos a uno de los despachos ubicados en la planta. Me deja enfrente de la puerta y se despide.
-          Bueno, yo tengo que seguir trabajando. Ahora tu jefa se encargará de asignarte los trabajos y te dirá cuál es tu mesa. – dice alejándose – Y por cierto, bienvenida al clan.
Maureen se marcha y yo me quedo frente a la puerta. Llamo con suavidad y, antes de que me dé tiempo a abrirla, la puerta se abre, dejándome ver a mi jefa.
-          Me alegro de te hayas unido al equipo, Lena.
Mi tía, Abigail Williams Manson, es la arquitecta jefa de mi sección. A sus cincuenta y ocho años, se conserva muy bien y sigue con el mismo entusiasmo por su trabajo que el primer día. Su pelo sigue siendo de un impecable rubio, y lo lleva suelto sobre un vestido crema.
Su despacho, aunque es pequeño, está muy bien aprovechado. Decorado en el perfecto minimalismo, el color predominante de la habitación es el blanco, aunque también hay grises. En un rincón de la habitación está el escritorio, en otro hay una mesa de dibujo y en el extremo opuesto, un pequeño sofá con una mesita de café enfrente. En las paredes hay un par de láminas de cuadros famosos, y en su escritorio de madera blanca están el ordenador y par de fotos enmarcadas, en las cuales reconozco a al tío Ed y a ella misma, y en otra a Ethan con Betty y Juliet. Me manda pasar y ambas nos sentamos en un sofá que está en un lateral del despacho.
-          ¿Quieres un poco de café? Mi secretaria me lo trajo hace cinco minutos, todavía está caliente.
-          Te lo agradezco, Abbie. – le contesto.
Abbie me sirve el café y yo lo revuelvo distraídamente.
-          Bien, dime que tal con Maureen. Hace honor a su apodo, ¿verdad?
-          Desde luego. Creo que revisó hasta mi historial médico.
-          Maureen es la persona ideal para el puesto. Ella es una parte importante de la empresa, ¿no crees? Gracias a ella podemos contar con una plantilla excelente.
Asiento y le doy un sorbo al café.
-          Y bien – dice ella cambiando de tema – en cuanto termines te llevaré a tu mesa. Te va a encantar, para dibujar los planos es perfecta, y tampoco es exageradamente grande. ¿Te gusta como ha quedado la planta?
-          Sí, se ve una estancia muy grande.
-          Y hay mucha luz. Créeme, las vistas son increíbles desde aquí arriba.
-          El edificio es precioso, no lo dudo.
-          Tu padre hizo un gran trabajo con esto. Espero que tú tengas tanto éxito como ha tenido él.
-          Me conformo con ser la mitad de buena que él.
-          Oh cariño, Derek no te lo permitirá. Ya sabes lo competitivo que es. Siempre te estará desafiando para que te superes a ti misma.
-          En parte eso está bien.
-          Ya verás, te encantará trabajar aquí, no lo dudes. ¿Te ha hablado Maureen sobre tu horario?
-          No
-          Pues bien, tu jornada es de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Tendrás una hora para almorzar, y sólo trabajarás de lunes a viernes. Por ahora no tendrás que asistir a las reuniones, pero más adelante sí, en cuanto ya estés adaptada al ritmo de la empresa. Tu supervisor te indicará tu trabajo.
-          ¿No eres tú mi supervisora?
-          Cariño, soy jefa de proyectos, y os superviso a todos de manera general, pero también soy miembro de la junta, así que he nombrado a un supervisor para que os controle un poco a todos y a mí me ahorre algo de trabajo.
Abbie se levanta del sofá y pulsa un botón en su escritorio.
-          Cariño, tengo que irme, tengo una reunión en el Plaza con unos clientes, así que mi secretaria te llevará al despacho del supervisor.
Evelyn, la secretaria de mi tía Abbie, entra en la habitación y me hace un gesto para que la siga. Me despido de Abbie y me marcho de allí. Recorremos toda la sección hasta el extremo opuesto de la planta, donde está el despacho de mi supervisor. Evelyn abre la puerta y me indica que entre.
Y allí, desde la mesa de su despacho, mi supervisor sonríe con una risa malvada.
-          Hola Lena. – dice el muy cabrón sonriendo como si le hubiesen tocado cien millones de dólares en la lotería.
De repente, ya no me siento como Rocky. Siento que el karma me está castigando por todo lo mala que fui en el pasado. No, no es justo. Simplemente no es justo. En ningún universo conocido cabe semejante aberración y putada hacia mi persona.
Derek es mi jefe.



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